Patrocinado porPatrocinado por

Vinos afamados en la Ribeira Sacra

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

Foto de autor desconocido de unas amigas en la vendimia en Doade
Foto de autor desconocido de unas amigas en la vendimia en Doade

Nostalgia del albarello y apología de Amandi, Peares, Quiroga y San Fiz

12 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Las zonas vitícolas de renombre no diferían mucho de las actuales en 1958. En la revista de Vida Gallega sobre la vendimia no faltan elogios al albariño de Tragobe, Barrantes, Padrenda o Sisán. «Vino que durante muchos años fue cosechado para el consumo particular y que ahora comienza a comercializarse», señala en ese número Emilio Merino. Otros artículos aluden a la alegre aguja del tinto «delgado y de color granate» del Condado, ensalzado por Bouza-Brey; al blanco de O Rosal «un tanto literario como todos los espumosos», en palabras de Luis Santamaría; e incluso al aire «infantil y femenino» del vino de Betanzos, reivindicado por Mariano Tudela.

En un artículo titulado La vendimia en tierras del Sil, Vicente Risco rememora con nostalgia los tiempos «en que se cortaban los racimos de la cepa vella, el albarello y la castellana, antes de la mencía y la garnacha». El escenario de sus añoranzas son las viñas de A Costa de Alais y de Porta de Lobos, cercanas a la localidad Castro Caldelas, donde tuvo su residencia en una casa del casco histórico ahora convertida en hospedaje. Zonas de viñedos que hoy vuelven a despuntar, replantadas a veces con vides de las que echaba en falta el escritor ourensano.

Buenos y óptimos

Ánxel Fole, que dedicó buen parte de su vida a ejercer el magisterio en Quiroga, firma un artículo de Vida Gallega sobre la viticultura en esa comarca, que algún autor definió como su «Arcadia particular». «El vino quirogués es excelente, aunque elaborado a la buena de Dios, con métodos rutinarios. Ligero vino tinto para comer, gracioso y un tanto raspantillo; fuerte vino blanco, de cepa vieja, para chatear», distingue Fole. Sin entrar a describir variedades ni métodos de elaboración, esboza su particular jerarquía del vino de Quiroga: «Hay vinos buenos que son los que se dejan beber, y vinos óptimos que son los persuasivos: los que incitan a que se les beba, haciendo de cada trago un formidable argumento».

Juez titular de Chantada por aquel entonces, Ramón Carballal Pernas sitúa el vino de la ribera chantadina de San Fiz entre los mejores de Galicia: «Hay que beberlo despaciosamente, paladeándolo y, si acompaña a un buen asado de ave doméstica, la conjunción será perfecta No es tan denso como el tinto de Ribadavia, pero le gana en olor, color y sabor. Por su ligera aspereza, hace resaltar su aroma. De bastante cuerpo para los tintos gallegos. Como los Beaujolais franceses [?], los mejores San Fiz son casi siempre del año».

Tabernas de Monforte

Sostiene el prestigioso jurista que el vino de San Fiz, «codiciado por los canónigos lucenses ya en tiempos del gran obispo Odoario», era junto con los de Esperón, en O Saviñao, y Amandi, los «tintos sanguíneos» predilectos de los césares romanos.

Los de Amandi, aventura en otro artículo de la revista Manuel Fernández, competían en la Roma imperial «con los famosos vinos de Palermo o de Chianti». El rojo del vino de Amandi, «viejo y un tanto desdorado como el oro de nuestros altares barrocos, se transparente en los amplios vasos de cristal tallado que aún prestan su servicio en algunas tabernas de Monforte».

Xosé Ramón Fernández Oxea, conocido por Ben-Cho-Shey, prefería el vino de Os Peares, que «sin haber alcanzado la fama de sus vecinos de Amandi y Ourense, no cede en calidad e estos ni a los de Pombeiro». El tinto, «cardenalicio, transparente y oloroso», era a su entender el acompañante perfecto para una merienda «solemnemente ofrecida a las ninfas del Miño». Muchos ourensanos aplicaban su consejo «aprovechando la buena combinación del por entonces nuevo tren a Monforte». Por cierto, era el más barato de España.