La revista «Vida Gallega» relató el curioso episodio acaecido en torno a 1911
26 oct 2014 . Actualizado a las 04:00 h.El número dedicado a la vendimia que publicó a mediados del pasado siglo la revista Vida Gallega rescata una curiosa anécdota acaecida en Madrid en torno al año 1911. La narra desde esa ciudad, en la que residía por aquel entonces, el escritor y abogado Manuel Hermida Balado, antiguo cronista oficial de Monforte, en un artículo titulado ¡Hasta la Cibeles lo bebió!. Lo que «bebió» la diosa que corona la fuente madrileña fue vino procedente de Monforte, obsequio de un tabernero de la capital, natural de la parroquia monfortina de Chavaga, en señal de agradecimiento a su ciudad de acogida. La «humorada», como la cataloga Hermida Balado, contó con la colaboración de la autoridad municipal y fue tan sonada que acabó enriqueciendo al cantinero.
Al tabernero Hermógenes Neira lo arropaba en aquel peculiar episodio, según relata Hermida Balado, su «paisano y amigo» Ricardo Rodríguez Vilariño, primer teniente de alcalde de Madrid, y originario del municipio de A Pobra do Brollón, que ejercía de alcalde accidental. Antes de la ofrenda a la Cibeles, desfilaron de madrugada por el centro de Madrid «seguidos de todos los empleados gallegos del municipio, que no eran pocos, unos vestidos con las dalmáticas de los maceros y otros con los chaqués que se conservaban en el guardarropa consistorial a disposición de los ediles».
En la calle Huertas
Hermógenes Neira, detalla Hermida Balado, «era natural de Chavaga y su riqueza la componían la taberna abierta al público en la calle de las Huertas (creo que en la misma casa habitada durante largos años por el distinguido gallego don Santiago Regueiro, secretario general que fue del Banco de España) y una viña situada en un monte coronado por los vestigios de un castro romano y quizás por eso denominado Monte Castelo, próximo al mencionado lugar de Chavaga».
En ausencia del alcalde titular, y según el artículo publicado en Vida Gallega, Rodríguez Vilariño -concejal republicano elegido en 1909 por la circunscripción madrileña de Buenavista- llegó a ocupar «la primera poltrona municipal», circunstancia que fue aprovechada por el tabernero «para demostrarle por una petición que le hizo un sentido de la publicidad comercial que en estos tiempos nuestros de ahora, calenturientos de propagandas excesivas, bastaría para hacerle rico sin la práctica habitual de echar vino al agua, que es lo que las lenguas dicen que hacen actualmente los taberneros en lugar de aquello otro».
El antiguo cronista oficial repara en la «exquisitez» de los vinos que se cosechaban entonces en las viñas del monte próximo a Monforte, que eran trasladados a Madrid para Hermógenes Neira «con todo lujo de precauciones para que no se maleasen», y así poder administrarlos en su taberna «para halago de los paladares de sus clientes predilectos». «Aunque en calidad de consumidor moderado, figuraba entre aquellos el señor Rodríguez Vilariño, y Neira le propuso, decía que por gratitud a Madrid que le había proporcionado medios de vida, mujer e hijos, un original homenaje a la Cibeles vertiendo en el pilón de su famosa fuente dos cuartillos del vino del Monte Castelo», detalla Hermida Balado.
Delante del Casino
El carácter «jovial» de Rodríguez Vilariño -que el autor del artículo de Vida Gallega retrata como «estimable tribuno y discreto escritor»- hizo posible que la original propuesta del tabernero monfortino se llevase a la práctica. Hermida Balado cuenta que ambos, alcalde accidental y vinatero, encabezaron « la original caravana hacia la Cibeles, solo presenciada por los madrileños más trasnochadores y por don Gabino Bugallal [alude con toda certeza al conde de Bugallal, político conservador nacido en Ponteareas y ministro en varias ocasiones entre 1902 y 1920] que, noticioso de ella, no quiso perderse el espectáculo de su paso alegre por la calle de Alcalá, presenciándolo desde un balcón del Casino de Madrid».