Los corzos se mueren de estrés

Carlos Cortés
carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

ROI FERNÁNDEZ

Estos animales son tan sensibles que los ejemplares atropellados suelen morir aunque sus heridas sean leves

02 jun 2017 . Actualizado a las 08:09 h.

El corzo estaba tumbado en la cuneta y cuando alguien se le acercaba trataba inútilmente de incorporarse para escapar. Es una escena habitual en las carreteras del sur de Lugo, pero esta en concreto ocurrió ayer a media mañana en O Saviñao. Al animal lo había atropellado un coche, pero el conductor no se detuvo. Quizás le dio de refilón y pensó que al corzo no le había pasado nada. En realidad, el animal estaba gravemente herido y probablemente tenga que ser sacrificado, pero el caso es que aunque hubiese sufrido solo lesiones leves, posiblemente tampoco se habría salvado. Lo saben bien los agentes de Medio Ambiente que se encargan de recogerlos de las cunetas. «Aunque no los maten las heridas provocadas por el coche, casi todos acaban muriendo de un ataque al corazón», cuenta uno de ellos. El estrés acaba con ellos.

El corzo atropellado ayer en O Saviñao trataba de cruzar la calzada del corredor Chantada-Monforte a la altura del pueblo de Vilatán. El primer conductor que se detuvo fue hacia el animal para ver cómo estaba, pero pronto optó por alejarse mientras telefoneaba a un número de emergencias. El corzo, un macho adulto, se alteraba mucho al verlo cerca y se movía tan violentamente que se hacía daño con el asfalto.

«É que o corzo é especial», admite Pedro Alonso Iglesias, biólogo y experto en mamíferos. Cuenta Alonso que esta especie resulta muy apetecible para sus depredadores, porque no son excesivamente difíciles de capturar y proporcionan una considerable cantidad de alimento. «En determinadas zonas, o lobo está especializado na caza de corzos», explica este biólogo. Así que esta presa fácil no le queda más remedio que estar siempre alerta, siempre nervioso. «Son animais moi sensibles, e polo tanto moi vulnerables ao estrés que sofren cando son capturados», afirma Iglesias.

Los veterinarios deciden

Cuando un corzo sufre un atropello como el de ayer en O Saviñao, la Consellería de Medio Ambiente envía a un técnico que se tiene que hacer cargo del animal. Lo recoge para hacer una primera evaluación y después lo envía al centro de recuperación de fauna silvestre que tiene la Xunta en O Veral, cerca de Lugo. Una vez allí, el ejemplar es examinado por veterinarios que deciden si es posible proporcionarle un tratamiento para recuperarlo y más tarde devolverlo al monte o si, por el contrario, no queda más remedio que aplicarle la eutanasia.

El ejemplar atropellado ayer sufría probablemente una lesión de columna que le impedía mover sus patas traseras. En esas condiciones, lo lógico es pensar que los veterinarios de O Veral decidirán sacrificarlo para evitarle sufrimientos. Siempre, claro, que el estrés no lo mate antes.

Las hembras sincronizan los partos por miedo

El celo de los corzos llega en septiembre y octubre, igual que el de los ciervos, la otra especie de cérvido autóctono presente en la Península Ibérica. Pero el proceso reproductivo de los corzos es distinto a las demás especies de cérvidos. Las corzas tienen una implantación diferida del embrión. Retrasan el embarazo hasta después de febrero, de forma que el 80% de las crías nacen en un período de unas tres semanas en mayo. Funcionan así por miedo. Si todas las crías nacen a la vez, las probabilidades de sobrevivir a los depredadores aumentan. Es lo mismo que hacen, por ejemplo, las cebras de la llanura del Serengueti, acechadas por los leones.

El corzo, Capreolus capreolus, está muy presente en toda Galicia. Su proliferación, que lo convierte en un peligro para los conductores y para algunos cultivos, ha hecho propagarse la creencia de que la población de corzos ronda el nivel de plaga. Pero los expertos lo niegan. Pedro Alonso Iglesias, por ejemplo, rechaza denominarlo así. «Non produce tanto estrago como o porco bravo», precisa. Si Galicia es una de las áreas de la Península con más abundancia de corzos, explica Pedro Alonso Iglesias, es porque aquí conviven hábitats forestales con monte bajo y zonas agrarias con cultivos y pastos. Un ecosistema ideal para un herbívoro como este, especialmente selectivo con lo que come.