Claude-Edmonde Magny. Prólogo de Jorge Semprún. Traducción de María Virginia Jaua. Editorial Periférica. 55 páginas. 12 euros
17 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no se ha desprendido lo suficiente de sí mismo [...] Al igual que no pueden ser buenas, las personas demasiado pagadas de sí mismas no pueden ser lúcidas. Narciso no puede verse tal como es ni conocer a los demás. Su reflejo se interpone entre él y el mundo, entre él y él». Ya tardaba que alguien trajese al castellano por fin la Lettre sur le pouvoir d?écrire [Carta sobre el poder de la escritura], que Claude-Edmonde Magny (seudónimo intelectual de Edmonde Vinel, 1913-1966) escribió en 1943 pensando en Jorge Semprún (1923-2011) al hilo de sus poemas juveniles -«pequeñas parodias de Mallarmé»- y cuyo texto es apreciado popularmente en Francia como un canto al poder liberador de la cultura, como un elogio de las letras como guía de vida. Tenía que ser el sello cacereño Periférica, que, casi como una declaración de principios, lleva mañana este tomito a las librerías españolas para celebrar su décimo cumpleaños en este arduo camino -empresa solo para valientes, hoy- de combinar reflexión, placer, pensamiento y poesía en la lectura, en sus cuidadas ediciones. Tres meses después del regreso de Semprún de su reclusión de año y medio en el campo nazi de Buchenwald, en agosto de 1945, Claude-Edmonde Magny se la leyó en una madrugada en que el escritor no podía dormir -asediado por los recuerdos de su muy reciente experiencia concentracionaria y sus pesadillas de hornos crematorios- y decidió visitarla en su casa de la calle Schoelcher. Ocurrió un día antes del lanzamiento de la bomba de Hiroshima, relata Semprún en La escritura o la vida. Recurriendo al trazo de los grandes maestros, Rilke, Gide, Keats, Rimbaud, a los que evoca, la filósofa, profesora y ensayista ofrece unos sabios consejos al escritor en ciernes, al que recomienda despojarse de ropajes vistosos, de máscaras, y entregar la esencia más íntima, eso sí, sin abusar del yo.