La familia Locay busca alternativas a la madera para reconstruir la pieza dañada

La Voz

LUGO

06 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Los Locay son reacios a contar cuánto iba a pagar la Xunta para hacerse con el edificio. José Antonio Locay y su hermano Ricardo son quienes se encargan de los asuntos de la ferrería. Ayer contaba cómo se había roto el rodicio, pero evitaba aclarar cuánto iba a suponer la operación que finalmente se frustró. «O Goberno vasco mercou hai pouco unha ferrería por dous millóns de euros, unha cantidade que non é a que se falou para este caso, nin se lle aproxima», dice. No quieren dar la impresión de que tratan de sacar beneficio económico de una propiedad que está en manos de su familia desde que su abuelo la compró en 1916, cuando la industria vizcaína había obligado a cerrar a las anticuadas ferrerías gallegas. «No País Vasco producían nun só día o que aquí podía levar un mes», cuenta José Antonio Locay.

Esta ferrería fue construida en 1808 sobre otra más pequeña que al parecer sirvió para la fabricación clandestina de armas en tiempos de las guerras napoleónicas. El abuelo de los Locay la reconvirtió en aserradero y después le añadió una central eléctrica que vendió luz a las aldeas cercanas hasta los años sesenta, cuando llegó Fenosa y se quedó con todo el mercado.

La familia busca ahora una alternativa para volver a poner la ferrería en marcha. Ya han contactado con empresas que fabrican rodicios en materiales distintos a la madera, más resistentes.