La ruta registra una media diaria superior a los mil peregrinos
09 ago 2013 . Actualizado a las 11:32 h.Pasó el Día do Apóstol y la pequeña tregua que suele suceder en el Camiño Francés en lo que a afluencia de gente se refiere no fue tal y la ruta está sufriendo más que nunca los problemas de la masificación.
Los primeros días de agosto más de mil peregrinos de media pasaron por las primeras localidades gallegas: O Cebreiro, Triacastela y Samos. En Sarria la situación empeoró con una media las últimas cuatro jornadas de unos mil quinientos romeros. A partir de Portomarín la situación solo se puede calificar como un avalancha.
«En Triacastela pudimos pasar la noche en alojamientos en los que quedaron plazas a última hora al anularse reservas, pero en Portomarín ya fue imposible. Es una pasada el número de personas que hacen el camino», manifestó Rubén Fernández, que hace la ruta por primera vez y que optó por esta elección a última hora.
La inglesa Claire Lawton es compañera de aventura de Rubén y se queja de la competencia que existe entre peregrinos. «En lugar de tomarse la cosa con una cierta calma y disfrutar de la belleza de los lugares por los que pasamos, la gente hace verdaderas carreras por llegar pronto a los sitios y tener un lugar en el que dormir bajo techo».
La masificación trae como consecuencia que estos días las plazas hosteleras públicas y privadas no sean suficientes para atender la demanda. Los concellos se vieron obligados a habilitar polideportivos para que sus visitantes no duerman a la intemperie. En Sarria durante tres días alrededor de trescientos romeros pasaron la noche en un pabellón. En Portomarín el Concello redobló esfuerzos para dar alojamiento a los forasteros, pero aún así las plazas no bastaron y medio centenar tuvieron que dormir en el palco de la música. Por suerte para ellos, la instalación fue reformada y la verdad es que no es de los peores lugares para pasar una noche al aire libre.
Peregrinos de verdad
Rubén y Claire no se arrepienten de la decisión que adoptaron, aunque reconocen que les pilló de sorpresa tanta masificación. «No esperábamos que tanta gente tomara esta alternativa y menos que hubiera tanta competencia por encontrar un lugar en el que dormir, pero estamos encantados de haber escogido esta manera de pasar parte de las vacaciones y de vivir lo que de verdad sentían los peregrinos», manifestaron.
Lo que no falla y por eso el Camiño Francés mantiene intacto su atractivo es el cariño de la gente. «Es alucinante que la gente de los pueblos se comporte de una manera excepcional con los que estamos haciendo el camino. Sos amables hasta decir basta y se esfuerzan por ayudarnos en cualquier caso. La verdad es que estamos encantados con la ayuda y la solidaridad de la gente y no lo olvidaremos», dicen Claire y Rubén.
masificación en el camiño francés