Puede que la encuentres en la Calle Lamas de Prado de Lugo, disfrutando del sol en su acogedor balcón y saludando con cariño a sus vecinos. Si quieres conocerla, solo tendrás que preguntar por Josefa Pichín Novo y en el barrio sabrán indicarte. Esta mujer, que el pasado martes cumplió nada más y nada menos que 105 años, puede que llegue a inspirarte.
Josefa nos recibe con una sonrisa, acompañada de un bonito ramo de rosas que el mismo alcalde de Lugo, José López Orozco, le envió con motivo de su cumpleaños. «Tede coidado co ramo», nos advierte; «non o collades ningunha soa, porque pesa moito».
La anciana conserva una gran dosis de buen humor y picardía. «Sabe más que latín», cuenta su hija Isabel, quien se esfuerza por que nada le falte.
Las bromas son el pan de cada día
Josefa nació en Trobo, Begonte, hace ya ciento cinco años. Un lugar que la anciana recuerda con cariño y al que nos cuenta, le gustaría volver. Aunque su problema de sordera no nos permite tener una conversación fluida, nada impide a Josefa hacer alguna de sus bromas, que según cuenta su hija son cotidianas. «Normalmente consigue entendernos, porque tiene facilidad para leer los labios y le hablamos alto. Pero cuando no conseguimos comunicarnos, se lo escribimos en un papel».
Su avanzada edad no resulta un impedimento para que Josefa dedique su tiempo a la lectura. «Mi madre tiene la cabeza muy lúcida, ve el telediario y se informa de la actualidad», explica Isabel; «eso sí, siempre termina enfadada con Pedro Piqueras porque nunca le deja tiempo para terminar de leer los titulares».
Llega la hora de los caramelos
Se acerca la hora de comer y el hambre aprieta. No tomamos bombones porque Josefa tiene diabetes, uno de los pocos males que aqueja a la anciana. Pero Josefa no quiere que pasemos hambre y nos ofrece galletas: «Yo primero tomo una y si están buenas os guiño un ojo para que las probéis», nos dice en un momento de confidencia.
Josefa es capaz de caminar por sus propios medios. Ayudada por un andador, se acerca todas las mañanas al balcón para contemplar a la gente. La acompaña Rubia, una cotorra que ya lleva más de siete años con ella. Y es que los animales son otra de sus grandes pasiones. Tiene una mano especial para ellos, según explica su hija.
Le encanta pellizcar a la gente
Si alguna vez la ves en andador, deberás tener cuidado. A Josefa le encanta pillar a la gente que se le pone por delante o pellizcarlos si los consigue alcanzar.
Una vez que empieza a caminar, Josefa parece animarse: «Cuando empiece la música, bailamos», nos dice.
Lo que a Josefa no le falta es cariño. La anciana recibe la atención de toda su familia y se siente arropada por todos los vecinos. Su nieta también viene por la semana para hacer ejercicios con ella, juegan con globos y así ejercita los músculos, según explica su hija.
Un piropo no amarga a nadie
«Seguro que de joven eras muy guapa», le halaga Alberto, el fotógrafo, y entre sonrisas Josefa pregunta: «¿E será verdade que lle gusto?»
Y llegó el momento de la despedida: «Hasta los 106, Josefa. Esperamos verte tan guapa como ahora».