En la cuna del vóley islandés

Miguel Álvarez LUGO / LA VOZ

LUGO

Valal se ha asentado en Islandia después de pasar por otros lugares como Bélgica, las Islas Cook o Guam.
Valal se ha asentado en Islandia después de pasar por otros lugares como Bélgica, las Islas Cook o Guam.

Ana María Vidal ha asumido el rol de entrenadora en el pequeño pueblo de Neskaupstadur

28 ene 2016 . Actualizado a las 10:47 h.

A lo largo de las últimas temporada, Ana María Vidal Bouza, Valal, se ha convertido en una peregrina del voleibol. Después de pasar por algunos destinos exóticos como las Islas Cook o Guam, en los últimos meses ha echado raíces en Islandia. En un ambiente gélido, con paisajes espectaculares, la jugadora-entrenadora se ha asentado en el norte de Europa.

Valal reside en Neskaupstaður, un pueblo de unos 15.000 habitantes considerado la cuna del voleibol islandés. «Después de Reikiavik y Akureyri, todos los pueblos tienen una población muy pequeña. Así que el nuestro es de tamaño medio», explica la deportista lucense. «También tiene algunas desventajas, porque todo el mundo te conoce», indica.

Junto a Borja González, su pareja, se ha hecho cargo de «prácticamente todos los equipos» del club en el que milita. «Es un sitio tan pequeño. Conocemos casi a todos los niños del pueblo, porque normalmente todos o casi todos juegan a vóley», expresa Valal.

La deportista lucense continúa en activo en el primer equipo de Neskaupstaður, además de dirigir al conjunto masculino. En ambas escuadras, se encuentra con problemas de efectivos: «Cuando los niños cumplen 18 o 19 años se van a estudiar fuera y se enrolan en otros clubes del país. Creo que no hay apenas equipos en el que no haya jugadores de este pueblo».

Así, comenta que «como estamos tan lejos de las ciudades universitarias, solemos perder jugadores en cuanto se van a estudiar fuera y no los recuperamos hasta que vuelven, en el caso de que lo hagan, para trabajar aquí». «En el equipo masculino, tenemos tres jóvenes y el resto son bastante veteranos. Con las chicas pasa al revés. Tenemos tres veteranas, entre las que me incluyo, y las demás están por debajo de los 18 años», dice.

La experiencia le ha llevado, según ella misma confiesa, a ser «vecina de tres focas, muchos patos y gaviotas». Y también a contemplar de cerca renos y auroras boreales.