Vivir y trabajar en una estación de tren

xosé maría palacios texto LUGO / LA VOZ

GUITIRIZ

SUSO PENA

Dos hermanas alquilaron el edificio ferroviario, en el que montaron un taller

11 ene 2016 . Actualizado a las 12:31 h.

Cuando una etapa de la vida entra, por las razones que sean, en una vía muerta, otra etapa puede iniciar, en otra vía, un recorrido ilusión y de prosperidad. En Guitiriz, por ejemplo, a falta de aquellos trenes de antaño que tanto transportaban agüistas al balneario como reclutas al campamento de Santa Cruz de Parga, de la estación salen muñecas fabricadas con todo mimo.

Rocío y Belén Barral Valiña nacieron en A Coruña; pero en la villa termal están sus orígenes familiares, lo que significa que no solo pasaron muchos momentos en ese lugar sino que sentían «morriña» cuando estaban lejos. La primera de ellas trabajaba de dependienta, y la segunda, de técnico agrícola.

Aquella cuenta las razones por las que decidieron dar este paso y poner en marcha el proyecto Lucecús. En primer lugar, «de sempre» solían hacer regalos personalizados para familiares y amigos. En segundo, les pasó «o que lle pasa a moita xente»; se quedaron en paro, y decidieron emprender la iniciativa convencidas de que no tenían «nada que perder» ensayando esta posibilidad.

Si lo que hacen está claro, el lugar elegido resulta de entrada algo peculiar, aunque Rocío Barral explica la situación: «Págase unha renda e punto». No hay un casero al uso, sino que el alquiler va a parar al organismo Administrador de infraestructuras ferroviarias (Adif), titular de esos edificios. Uno de los detalles favorables es que la estación está en el casco urbano y que solo con subir una calle, la Rúa Rosalía de Castro, ya se llega al centro urbano de la villa.

Hablan con naturalidad de la circunstancia de vivir en el edifico de la estación, que tiene una superficie aproximada de unos 90 metros cuadrados y en el que realizaron algunas obras nada más instalarse. Rocío Barral cuenta, por ejemplo, que uno de los más conocidos restaurantes gallegos de la actualidad debe su nombre a la antigua estación de Cambre, en cuyas instalaciones funciona.

La materia prima que utilizan para fabricar muñecas varía según la temporada. Igual que ahora se agradecen las prendas de lana y en verano se aprecian las de algodón, las muñecas siguen esa misma variación de temporada. Aunque los modelos que elaboran son exclusivos, también han realizado encargos consistentes en fabricar muñecos siguiendo el modelo de otros que ya estaban muy gastados, y están pueden efectuar variaciones tomando un patrón base como ejemplo. En cualquier caso, por ahora su apuesta consiste en evitar que dos diseños sean idénticos.

Los precios varían según el tamaño o los complementos que se le pongan a cada objeto. Lo que ha variado también es la rapidez con la que trabajan: antes necesitaban tres o cuatro días para dejar lista una pieza, en tanto que ahora solo precisan la mitad de tiempo para ese mismo resultado. Resulta casi inevitable pensar que la recién terminad Navidad es uno de los momentos del año en los que los pedidos aumentan y las ventas se incrementan. Rocío Barral admite que «as vacacións axudan», aunque hay gente que aprovecha estancias en Guitiriz en otros momentos del año para efectuar encargos.

Para ellas, por otro lado, el objetivo está claro. Rocío Barral subraya que es básica la satisfacción del cliente y que el tamaño del proyecto, hasta ahora pequeño, no impide grandes ilusiones: «O que queremos -afirma- é que o produto final sexa perfecto».