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«Vi pasar toda mi vida en un segundo»

CLÁUDIA MORÁN A CORUÑA / LA VOZ

SOMOS MAR

MARCOS MÍGUEZ

La pareja de percebeiros fue rescatada en A Coruña tras un golpe de mar mientras la mujer estaba faenando

21 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

María José Mengual y Adolfo Bardanca, una pareja de percebeiros de la Cofradía de A Coruña, vivieron el mayor susto de su vida hace apenas diez días. Un golpe de mar se la llevó a ella mientras faenaba en las rocas en la zona de As Lagoas, en la ensenada del Orzán. Él, que se limitaba a vigilarla porque se encuentra de baja, se lanzó a socorrerla sin pensárselo y sin traje de neopreno, pero el mar les jugó una mala pasada y tuvieron que ser rescatados y evacuados posteriormente por el Helimer 401 de Salvamento Marítimo.

A María José, quien lleva faenando desde el pasado mes de junio, le impactaron dos olas consecutivas y el mar la arrastró. «No miré bien dónde estaba, no controlé el mar. Quise engancharme a una roca, pero no pude». El suceso le recordó a un momento de su infancia, cuando en una ocasión la arrastró una ola en Riazor, y confiesa que ahora le cuesta volver a por percebe: «El otro día fui a la ría e iba nerviosa. No es como cuando tienes cualquier accidente, yo vi pasar toda mi vida en un segundo».

«La vi en el agua con cara de susto y me tiré, y si lo tengo que volver a hacer lo hago, aun sabiendo que pierdo la vida», cuenta Adolfo, quien se llevó la peor parte porque sufrió una fuerte hipotermia. «Un compañero nuestro nos lanzó una cuerda y nos sacó, y también echaron una mano los vigilantes contra el furtivismo que estaban por allí», explica.

Recuerda que sintió «pinchazos y un frío en la nuca que era para desvanecerse», puesto que no llevaba el traje. «Los compañeros pueden pensar que estoy buscando percebe mientras estoy de baja, llamaría la atención», aclara. Una vez en las rocas, los médicos se aseguraron de que se mantuviera consciente. «Nunca en la vida me dieron tantos tortazos en tan poco tiempo». 

Esperando en la rocas

Pero la evacuación se retrasó algo más de lo que esperaban. «El problema fue que cuando llegaron los servicios de rescate mandaron retroceder al helicóptero, que ya estaba allí, pero gracias a la médica que nos atendió en las rocas volvió. Queremos decir que le estamos muy agradecidos porque fue quien lo coordinó todo», cuenta Adolfo.

«Había quien quería sacarnos por mar en lancha, hasta la playa, pero él tenía mucho frío y yo estaba empezando también a tener síntomas de hipotermia al estar tanto tiempo en las rocas mojada», explica María José. A pesar del contratiempo, los profesionales médicos les inyectaron «suero caliente» y el Helimer los trasladó finalmente hasta la torre de Hércules, donde les esperaban dos ambulancias. «Fue más bien el susto y el frío que otra cosa, pero estamos agradecidos a todo el mundo», afirma.

Ambos frecuentan la zona de la Torre de Hércules a menudo por una cuestión práctica. «La marea bajó un poco y, claro, ahora que el percebe de la Torre se vigila con profesionales contratados por la Cofradía, se empieza a reproducir bastante bien y, quieras o no, siempre vas a lo mejor», afirma Adolfo. «Yo voy a la roca, veo el percebe y digo, ‘¡dinero!’, porque es que si no sacamos, no ganamos», añade María José. 

El impacto de los furtivos

Están de acuerdo en que el furtivismo «afecta mucho» a su profesión, tanto a la hora de conseguir buen género como a la de elegir el lugar donde van a faenar. «Nos dejan sin recursos -dice ella-, cuantos más furtivos haya, más legales se irán al paro, y aun encima no tenemos ni paro», lamenta. Su licencia les permite faenar desde punta Langosteira, en Arteixo, hasta Ares, en Ferrolterra, pero admiten que prefieren zonas como la ferrolana o la Torre antes que otras menos controladas, «donde te puede aparecer el coche roto o pinchado, y así no se puede».

Son conscientes de que la sociedad respeta su profesión y que valora el factor de riesgo que conlleva, pero también saben que el alcance del furtivismo genera cierta confusión. «Después del accidente, me molestó que algunos dijeran que somos furtivos», dice María José, y añade que, a diferencia de ellos, los ilegales «no pagan nada, les da igual coger crías pero si les pasa algo, el Helimer también va a salvarlos».

Pese al susto, Adolfo y María José afirman que aman su profesión y no se amedrentan. Lo que esperan es que las condiciones laborales mejoren, especialmente para estas fechas, cuando «hay que pagar los libros, y a los hijos hay que mantenerlos».

«Conmigo llegó la revolución», dice la única percebeira en la cofradía

A sus 40 años, María José se ha convertido en la única mujer de la Cofradía de Pescadores de A Coruña. «No tenía nada que hacer y pensé que estudiar no ocupa lugar», explica. A lo largo de su vida ha trabajado como camarera, charcutera y auxiliar de geriatría. «¡Soy una todoterreno!», dice riendo. A la pregunta de si el del percebe es un mundo de hombres, contesta que «es de quien lo trabaja y de quien le gusta», aunque recuerda que «cuando era niña, las percebeiras eran mayoritariamente mujeres, pero cuando empezó a haber licencias, se las sacaron los hombres». Afirma que con ella «llegó la revolución» porque nadie se esperaba su ingreso en la Cofradía. «¿Hay mucho machista? Sí. ¿Hay mucho compañero a quien le alegra ver una presencia femenina? También».