Es doctora, es matemática, es estadística y es gestora. Pero, sobre todo, es docente, y lo mismo que explica por qué hay que cocinar las encuestas, se apasiona contando cómo se extraen datos de los archivos sonoros del gallego, o cómo las estadísticas muestran patrones sobre el cambio climático. Rosa Crujeiras es aprendiz y maestra pero, más que ninguna otra cosa, es una gran comunicadora.
24 nov 2019 . Actualizado a las 09:44 h.Natural de la parroquia de Artes, en Ribeira, llegó al mundo en el año en que se firmó la Constitución, en 1978. Tras los estudios primarios y secundarios en el entorno de una familia marinera, Rosa Crujeiras llegó a Santiago sin saber muy bien qué carrera estudiar, porque le atraía el saber en general. Solo una certeza: «Quería ser profesora». Y una premonición: «Me tocó la selectividad en la facultad de Matemáticas». Hoy es profesora titular de la USC, doctora en Matemáticas y especialista en Estadística.
-Usted da clases en diferentes especialidades. ¿Está la estadística en todas partes y no nos enteramos?
-Empecé en Enfermería y luego también en ETSE, en Bioloxía, en Filoloxía, en Matemáticas, en el máster de Técnicas Estatísticas y en el de Bioloxía Mariña. Las estadísticas andan por todas partes, y para mí es una experiencia muy gratificante. Como doy clases en tantos sitios y para tantos alumnos y áreas, para que no te vean como alguien de fuera, es fundamental tratar de entender el problema que tienen y tratar de llegar a un lenguaje común para hacer llegar ese problema a un método estadístico. Y a veces, ni siquiera existe ese modelo. Las matemáticas son un lenguaje transversal y nosotros tenemos que hacer de traductores.
-¿Se le da a la estadística la importancia que tiene?
-La estadística tendría que estar detrás de muchas tomas de decisión de las administraciones. Debería ser una herramienta fundamentada para que esas decisiones no se basen en percepciones o en ideologías políticas.
-¿Como por ejemplo?
-El cambio climático, es absurdo negarlo. Tenemos registros de temperaturas de hace siglos y los datos son los que son y nos ayudan a distinguir lo que es realmente un proceso y lo que es puro azar.
-O pura percepción, ¿no? Con este otoño lluvioso cuesta creer lo del calentamiento global...
-Es algo muy curioso, sí... Siempre nos sorprende que llueva en invierno y haga calor en verano. Tenemos muy mala memoria.
-Ahora todo lo fiamos a las encuestas electorales, pero a veces fallan. ¿Por qué?
-Porque se está dando un cambio de escenario. En los últimos 40 años tuvimos un sistema bipartidista al que se sumaban los partidos nacionalistas, por lo tanto, había una historia detrás que te permitía corregir errores cuando el entrevistado te ocultaba datos o cuando te engañaba o cambiaba de opinión, incluso cuando se daba un fenómeno que podía descolocarlo todo como en el 2004 con los atentados. Pero ahora aparecieron nuevos partidos y no tenemos pasado para aprender, de ahí la necesidad de la cocina.
-¿Qué es la cocina?
-Los estadísticos cocinamos los datos para hacerlos digeribles. Son correcciones necesarias para ajustar la información obtenida a la realidad. Como cuando la gente te dice que no sabe a quién votar, pero tú sabes que la mayoría de los que responden eso son votantes de un determinado partido pero no lo manifiestan, por eso se les suele preguntar qué votaron en las anteriores, para poder hacer esas correcciones. Se dan variables sociodemográficas que permiten crear perfiles. Pero ahora, a los votantes de los nuevos partidos no sabes dónde colocarlos, y hay un voto oculto que creo que está asociado a la extrema derecha, pero no tenemos trayectoria para saber cómo se comporta este grupo de votantes. Me parece muy preocupante.
-¿Defiende el CIS de Tezanos?
-Personalmente sí, creo que técnicamente el trabajo que realizan es impecable y que son muy transparentes. Además, están haciendo un esfuerzo en el uso de tecnologías potentes para acercar los datos a la realidad.
«Estamos en una sociedad de datos y hay que transformarlos en información»
Rosa Crujeiras lidera un proyecto de investigación que aplica la estadística a disciplinas varias, como la ecología, el medio ambiente, la lingüística, la medicina...
-Investiga con estadística no paramétrica. ¿Qué quiere decir?
-Son métodos estadísticos que confían plenamente en los datos, que miran los datos a ver qué pueden sacar de ellos sin suposiciones de comportamiento. Por ejemplo, los patrones de incendios forestales, que estuvimos trabajando con eso hace poco. ¿Podemos decir dónde hay a lo largo del año más temporadas de incendios agrupadas? La respuesta será que en verano. Pero si observamos los datos, sin presuponer nada, resulta que en Galicia nos encontramos con que en verano, sí; pero luego está octubre, que no es tan extraño que se repita a lo largo de los años, y luego, dependiendo de las zonas, se dan también concentraciones pequeñas en marzo, sobre todo donde hay cultivos. Hoy estamos en una sociedad de datos y hay que transformar esos datos en información.
-¿Qué hace un estadístico en Filoloxía?
-Colaboramos en lexicografía, en trabajos de corpus lingüísticos. Llevamos tiempo en un proyecto con el Instituto da Lingua Galega y eso me facilitó la tarea. Trabajamos cuestiones de patrones onomásticos y dialectología perceptiva. Hay un campo abierto muy amplio. Yo me sorprendí muchísimo con la calidad de los registros sonoros que tienen desde los años 70, de cómo hablábamos hace 40 años y cómo hablamos ahora.
-¿Requiere manejar datos más allá de los números?
-Los datos que llegan pueden ser números, conjuntos de números, palabras, opiniones, registros sonoros, zonas de un mapa... El tratamiento a veces se sale del estándar y tenemos que inventar cómo analizarlo. Yo creo que por eso también me decanté por esta rama.
-¿Hay que rescatar las humanidades de este mundo de datos?
-Creo que uno de los grandes retos que tenemos son las humanidades digitales, en las que los estadísticos tenemos que trabajar con datos que se salen del estándar y no pueden ser analizados de forma aislada. Pero creo que ayudará a poner en valor nuestro patrimonio, y por lo tanto, a protegerlo y fomentarlo.
Orígenes, evolución y retroceso
Orgullosa de su tierra, de su familia, de sus raíces marineras, de su idioma y de su patrimonio, Rosa Crujeiras tiene siempre presente las palabras de su abuela: «El hambre que pasamos y ahora tenemos tres coches en casa». Ella se niega a retroceder, y está realmente asustada con el auge de la extrema derecha. Tiene un hijo que se acerca a los cuatro años y una niña que todavía no cumplió uno y medio. «Me da pánico pensar que mi hija vaya a crecer con menos derechos que su hermano», reflexiona, estremeciéndose solo de pensarlo. Por eso elige como rincón la estatua del arzobispo Alonso III de Fonseca en el claustro del Colexio de Fonseca, unido al de San Xerome, donde está el rectorado de la USC en el que ella ocupó el cargo de vicerrectora con Juan Viaño. Es su hijo el que se fija siempre en Fonseca, el señor que está pensando. «Echo en falta un poco de reflexión, sí». Para esos momentos consigo misma, cuando puede, se refugia en la lectura. Ahora, con 4, 3, 2, 1, de Paul Auster.