
El disco en solitario de la cantante está lleno de pequeñas aportaciones tras las que se encuentra el sello boirense
26 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.El primer disco en solitario de Sonia Lebedynski es una caja de sorpresas. Y, a poco que rebusques, hay un trozo de Boiro detrás de ella, de la puesta de sol desde Barraña, de los paseos por sus arenales y de otros muchos granitos de arena que se han ido quedando pegados a la planta de sus zapatos en estos doce años, dando altura a este proyecto musical.
Su desembarco en Boiro, hace ya más de una década «foi un revulsivo, un sopro de aire novo, porque me atopei con toda unha efervescencia creativa que nunca me houbera imaxinado nun sitio coma este», relata. Pronto tomó contacto con Alberto García, técnico cultural y promotor de un proyecto que dio cobijo a todo ese talento, Leñaverde, y al amparo del cual Lebedynski fue tejiendo una serie de relaciones artísticas y afectivas con otros muchos creadores, no solo de Boiro, sino de toda la comarca.
Esa vorágine cultural marcó a la artista de apellido impronunciable y ha acabado formando parte importante de Deserto de centos. Empezando por el propio Alberto García, a quien le une una amistad de años e inquietudes comunes, además de una de las letras de este disco, Chove outra vez.
Lo que empezó siendo un poema de invierno que compartió con una amiga terminó transformándose en una canción. «Segundo o lía, xa me estaba inspirando e compuxen unha melodía con el que lle enviei por WhatsApp no momento, porque pensaba que lle ía a facer ilusión», cuenta. Él tenía el móvil estropeado y en cuanto supo de ese archivo corrió a una tienda para arreglarlo.
Un concierto especial
Hoy será la primera vez que lo escuche en directo, aunque con cierto pudor por eso de que se oigan sus versos sobre un escenario, en el concierto que dará en el Teatro Principal de Santiago Lebedynski, por lo que se antoja una actuación especial.
«Paréceme un honor formar parte disto, porque eu non me sinto escritor nin nada polo estilo, e teño a sensación de que nunca superarei esta cota artística», concluye en tono chistoso el poeta reconvertido en letrista, quien se deshace en halagos describiendo el proyecto en solitario de la cantante.
Pero, tal y como ambos destacan, hay otras muchas contribuciones, pequeñas pinceladas con sello boirense, que han formado parte de Deserto de centos. El nombre del disco, el primero. Lebedynski pidió consejo a un grupo de amigas y, una vez más, vía WhatsApp, llegaba el título definitivo, ideado por la artesana y creadora Paula Tubío.
Pablo Chouza diseñó la imagen del disco, para el que se hizo una sesión de fotos en la playa de Carragueiros. La discográfica, Sonaxe Records, es la cooperativa que gestiona la Escola de Música de Boiro, la cual, a su vez, ha albergado muchos ensayos. Tras la web están Tribus y Alberto Pouso. Un suma y sigue de jóvenes creativos boirenses vinculados, todos ellos, a un mismo centro social. «Isto é unha factoría cultural de onde saíu moita xente», dice lleno de orgullo el técnico cultural del Concello.
Aula llena de fans
Aunque, si alguien está viviendo con verdadera ilusión el despegue musical en solitario de la cantante son sus alumnos del colegio de Escarabote. Los escarabotiños, como llama cariñosamente al grupo de segundo de primaria al que da clase, «son os meus maiores fans», asegura la cantante. Siguen cada una de sus entrevistas, juntan los recortes de prensa en donde se habla de ella y sacan pecho de la artistaza que tienen por tutora, quien utiliza sus canciones como dictados y los hace cómplices de sus éxitos.
En efecto. En Boiro Sonia Lebedynski encontró la inspiración.
Primer concierto. La cantante debutó con «Deserto de centos» este mes en la sala de Boiro A Pousada.