Las cinco estatuillas de la película francesa se imponen a las cinco de «La invención de Hugo» por el voto de calidad.
27 feb 2012 . Actualizado a las 16:26 h.El pasado y la corrección se han apoderado de los Oscar en una gala que no ha dejado de aludir al esplendor del pasado de las salas y que se entregó aliviada al humor blanco y amable de Billy Crystal. La noche, la madrugada en este lado del mundo, comenzó sin negarle casi nada a Martin Scorsese y acabó entregada al cine francés que homenajea a tiempos gloriosos del cine norteamericano.
Aunque The Artist y La invención de Hugo empatan en números, cinco premios para cada una, la película francesa recogió el premio al mejor director, mejor actor protagonista y mejor película, lo que la colocó como la película triunfadora de una noche de humor muy liviano, de entregas de premios muy rápidas y donde el espectáculo no llegó ni con los monólogos del presentador, ni con las lámparas del teatro, ni con los vestidos de las actrices. El espectáculos llegó con los cuatro minutos en que los miembros del Cirque du Soleil volaron sobre el patio de butacas del Kodak Theater emulando viejas películas musicales.
El pasado fue uno de los grandes protagonistas de la noche y quizá por eso la elección de los académicos estuvo en consonacia con las intenciones de la industria. A juzgar por la gala, Hollywood echa de menos las grandes salas abarrotadas, las pantallas inmensas y el acto de ir al cine como si se acudiera a una fiesta. Siente nostalgia por la magia de hacer mucho dinero con el cine. Ese recuerdo estuvo presente en la ambientación estuvo presente en los decorados de la gala, en el guion que siguió el presentador y hasta en los grafismos que daban paso a las categorías.
Los resultados de la ceremonia fueron casi tan políticamente correctos como la el tono de la gala. Los premios técnicos quizá no hayan contentado a Martin Scorsese y su Hugo, pero le han permitido plantar cara y salir con bien del paso. Mucho mejor que Los descendientes o Criadas y señoras.
The artist se adueñó de la recta final de los premios, lo que quiere decir que se quedó con las estatuillas importantes, saltándose la solo en apariencia dificultad de no ser una película norteamericana y de no ser la que mejor está funcionando en las taquillas de ese país.
Dos nombres veteranos alborotaron a un teatro más bien tranquilo. Por un lado, Christopher Plummer como mejor secundario. Por otro, Meryl Streep como mejor protagonista. Los dos recibidos con sendas ovaciones, aunque mucho más ruidosa la segunda.
Billy Crystal pasó con toda discreción por la ceremonia, improvisó lo mínimo y no emuló algunas de las intervenciones anteriores en los mismos premios. Cantó su parte, bromeó en la presentación de los entregadores y también con los franceses como si tuviese pensado encontrar a Sally otra vez. Pero sin salirse del guión del cine.
Los únicos que se salieron del cine fueron el director iraní, Asghar Farhadi, premio a la mejor película de habla no inglesa por Nader y Samir, quien como ya hiciera en los Globos de Oro, recordó que los pueblos no declaran guerras, y el director del corto ganador, The Shore, el irlandés Terry George, homenejando a la capacidad de dialogar de los irlandeses tras tanto años de violencia. Los directores del mejor corto documental, Saving face, sobre un cirujano que va a Pakistán a operar a mujeres que han sido víctimas de agresiones con ácido, sentenciaron que lo importante no es lo que se diga al recoger los premios: «lo importante es lo que digan las mujeres en Pakistán».