Almudena Grandes presenta «El lector de Julio Verne», la segunda entrega de su saga sobre la Guerra Civil
CULTURA
La novela, una historia de aventuras y de terror contada desde la voz de un niño, sucede a «Inés y la alegría», publicada hace dos años
06 mar 2012 . Actualizado a las 22:12 h.«Es una novela de aventuras y de terror contada desde la voz de un niño con el corazón partido entre lo que desea y lo que tiene». Así presenta Almudena Grandes (Madrid, 1960) su última novela, El lector de Julio Verne (Tusquets).
Es la segunda entrega de las seis que compondrán su saga sobre la guerra civil, que comenzó con Inés y la alegría hace dos años. Son una suerte de episodios nacionales sobre la «incivil» contienda y la posguerra en los que recrea aquellos años de plomo en la estela de su admirado Benito Pérez Galdós. La narradora quiso presentarla en los mismos escenarios en los que discurre, en la serranía sur de Jaén donde vivió, padeció y murió el mítico Cencerro, un guerrillero comunista asesinado y humillado por la Guardia Civil a finales de los años cuarenta del siglo pasado.
«Es la crónica de una época más terrible que ha vivido la España reciente en tiempo de paz»
El hijo de uno de aquellos esforzados «picoletos» -«tan víctimas del terror como los maquis»- es el narrador de una historia tierna y estremecedora. Se arropó la escritora en la presentación con los sucesores del mítico resistente, cuya leyenda se transmitió de generación en generación y que su viuda mantuvo viva hasta la Transición. También con los del guardia civil que, cumpliendo órdenes, se encargó de poner fin a su vida y entregar su cadáver al enardecido populacho. «Es la crónica de una época más terrible que ha vivido la España reciente en tiempo de paz», resume la narradora. «Fue un tiempo de terror sin límite. Llegó cuando Franco comprende, tras la Segunda Guerra Mundial, que ni las grandes potencias ni nadie en Europa le van a incomodar y decide acabar con la guerrilla y con cualquier foco de resistencia con los métodos mas salvajes», rememoró Almudena Grandes ante la nieta de Cencerro, Esther Estremera Villén, y Cristino Pérez Meléndez, el hijo del guardia civil en el que se ha inspirado para el personaje de Nino, el narrador.
Fueron los hijos y las mujeres de los guerrilleros, el entorno que daba apoyo a los maquis, quienes sufrieron «el implacable rigor de una represión atroz». «Esa guerrilla es la gran desconocida de la historia de España, y especial en esta zona de Andalucía, donde fue salvajemente perseguida y castigada», explicó Almudena Grandes en la Fortaleza de la Mota, un milenario enclave de resistentes y el punto de inicio de la Reconquista en el mismo corazón de la serranía jienense.
El joven Nino sabrá que su padre es un represor, pero comprenderá que es tan víctima o más que los desgraciados a los que tortura e interroga. Su vía de escape y su camino de salvación será la biblioteca que una maestra esconde en unas cajas de fruta y en las que podrá leer a clásicos de la evasión como Julio Verne y Robert Louis Stevenson. De ahí el título de esta segunda entrega de una ambiciosa saga que tendrá ocupada a la escritora hasta el 2017. «Nino descubrirá que todas las novelas hablan de amor. Descubrirá también en los libros la lealtad y el coraje que le permitirán salirse del camino que habían diseñado para él», explica la escritora. «Gracias a los libros sabrá que había también muchos perdedores en el bando de los ganadores», resume Almudena Grandes.
Su narración analiza los mecanismos del terror y cómo modifican tanto a quienes lo padecen como a quienes lo aplican. «Cuando se confía en el terror para vertebrar una sociedad no puede haber excepciones. Afecta a todos y aquí trato de profundizar en el corazón de las víctimas, pero también de averiguar qué pasa en el de los represores». «El terror es una espiral que recorre la sociedad de arriba abajo, aunque los de abajo son instrumentos del poder que acaban también siendo víctimas de ese mismo terror», enuncia.
Una de las víctimas sobre la que articula la historia es Tomás Villén Roldán, todo un símbolo de esa capacidad de aterrorizar a todo un pueblo humillando y asesinado a su héroe y sepultando su leyenda. Cencerro repartía los billetes con su firma que había robado antes a los ricos entre los más necesitados. Cercado por los civiles, se suicidó el 17 de julio de 1947 junto a uno de su compañeros, tras destruir todo el dinero que tenían en su poder. Su cuerpo tumefacto fue exhibido en la fiesta de celebración de la victoria de Fuensanta de Martos el 18 de julio del mismo año. Su familia lo recogió maltrecho y hediondo «comido por las hormigas y los tábanos, empapado en sangre y cubierto de barro». Varios días después pudo por fin darle sepultura «en el rincón de los ahorcados», amortajado con una sábana regalada por sus vecinos y trasladado más adelante al cementerio de Castillo de Locubín.
Con un hilo de voz, su nieta rememora seis década después cómo durante años la familia tuvo que ocultar la historia del legendario guerrillero y cómo su mujer pagó con nueve años de cárcel el orgullo desafiante de decir que el hijo que esperaba era de Cencerro. «Hoy nos enorgullecemos de nuestro abuelo, de su lucha por la libertad y por la República. Reclamamos con el mismo orgullo que no fue ni un asaltante ni un bandolero. Su tumba está hoy limpia y siempre llenas de flores», se ufana su nieta.
Cristino Pérez Meléndez, el hijo del guardia civil, es hoy catedrático. El fue el niño que halló aquella biblioteca salvadora, que a través de las aventuras de Verne le permitió comprender que había otro mundo y que no estaba obligado, como su padre, a cumplir ordenes que acabaran con la vida y la dignidad de sus vecinos. «Los libros le enseñaron a apreciar la libertad y la verdad. En esta, como en todas mis novelas, los libros juegan un papel crucial», concluye Almudena Grandes.