La norteamericana Shirley Mangini publica su biografía sobre la artista
20 may 2012 . Actualizado a las 06:58 h.El interés por Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995) no mengua. En los últimos años la artista ha sido objeto de exposiciones, documentales y acercamientos biográficos. Uno de ellos, el de Shirley Mangini, profesora de la California State University, Maruja Mallo and the Spanish Avant-Garde, que acaba de publicar en su versión española la editorial Circe. Mangini subraya que a medida que pierde fuerza el anecdotario que rodeaba a la artista, crece su papel como creadora, reivindicada por críticos y profesores, además de por «jóvenes mujeres que han buscado en los últimos años unos role models femeninos que habían sido borrados de la historia durante la dictadura franquista».
Aquel ruido que ensordecía la trascendencia de una visión artística personalísima y avanzada -y, como se está comprobando, atemporal- se debió, en parte, según Mangini, a un viejo prejuicio: «Que la mujer artista excéntrica es más interesante por excéntrica que por artista. Es un poco un círculo vicioso: Maruja quería épater la bourgeoisie, pero lo que hizo fue escandalizar al patriarcado, y eso se perdonaba difícilmente». Al anteponer la obra al escándalo, emerge una pieza clave para entender la estética -y la ética- de las vanguardias del arranque del siglo XX. Para Mangini, es este período en el que Mallo produce sus obras más brillantes, con sus series Estampas y Verbenas. «Las Verbenas, sobre todo, son obras aparentemente lúdicas, pero con claros mensajes satíricos sobre la situación sociopolítica española de los años veinte: la todopoderosa alianza entre el Gobierno y la Iglesia y su relación con la clase trabajadora», afirma Mangini. Mallo se vale de máscaras y disfraces que permiten «que se borren las jerarquías». El mensaje se recrudece con la serie Cloacas y campanarios, en la que Mallo aboga por cambios sociales que finalmente llegarían con la República.
Precisamente en el período republicano Mallo se involucra en iniciativas como las Misiones Pedagógicas -con las que vendrá a Galicia- y la nueva etapa también deja huella en su obra, como evidencia la serie La religión del trabajo, cuados de pescadores basados en los dibujos que realizó en pueblos costeros gallegos durante 1936. Significativamente, tuvo que completarla en el exilio de Buenos Aires.
Silencio elocuente
La Guerra Civil y la instauración de la dictadura obligaron a Mallo a un cambio vital que, a su vez, transformó su pintura. Mangini: «Sabiendo que no podía volver a su país, Mallo se dedicó a pintar cuadros que reflejaban los mares de América, las caras interraciales de los pueblos americanos y otros temas que eludían la triste realidad de España. El silencio de Mallo sobre su país llegó a ser elocuente». Mangini también percibe en ese influjo marítimo una «añoranza» por el mar de su niñez en Galicia: Viveiro, Tui, A Coruña y Corcubión. «Aunque Mallo a veces negaba sus orígenes gallegos, por el deseo de ser 'internacional', como ella decía, indudablemente su niñez impactó de un modo poderoso en su vida», explica la biógrafa.
Si Maruja Mallo utilizó la máscara como elemento pictórico, también recurrió a ella en la vida personal para esconderse: esa personalidad «efervescente y espontánea» que le servía para ocultar «sus dudas y angustias». «Esa intrahistoria era lo más provocador por inescrutable», resume Mangini, quien cree que buena parte del atractivo de la pintora era «esa combinación de lo espontáneo y lo pensativo, que deja entrever en muchos de sus cuadros, sobre todo los primeros».
Para atisbar tras esa mascara enigmática, Mangini contó con la colaboración de Antonio Gómez Conde, sobrino de Mallo, quien creció admirando a su tía por su talento artístico y su «evidente deseo de romper las reglas sociales». Un deseo que Malló vivió de forma contradictoria en su relación con sus coetáneos hombres: «Vacilaba entre ser ?uno de los muchachos? que participaba en happenings y la mujer coqueta que tuvo relaciones apasionadas con varios de sus amigos». Su modo alternativo de formar parte del mundo artístico e intelectual tuvo una vía clara: la subversión.
«Lo que hizo fue escandalizar al patriarcado, y eso se perdonaba difícilmente»