Quienes conocen al detenido lo describen como «más capaz de destrozar el libro que de venderlo»
05 jul 2012 . Actualizado a las 18:16 h.Según algunos empleados de la catedral de Santiago, Manuel Fernández Castiñeiras tenía un temperamento que más que «de vender el Códice era capaz de destrozarlo». Una de las trabajadoras que atienden al público en el monumento compostelano aseguró horas antes de que fuera recuperado el libro que no veía a ese hombre «siendo capaz de vender el Códice».
Lo primero que llama la atención en el recuento de opiniones sobre el principal sospechoso del robo es que todo el mundo sabía quién era en el entorno de la catedral, todo el mundo sabía su historia y una buena parte de los interrogados tenían sospechas sobre él.
La última vez que Fernández Castiñeiras fue visto en la catedral antes de su detención fue en la mañana del lunes. Tenía costumbres fijas: llegaba para la misa de las siete y media, la escuchaba, se dejaba estar por la basílica. Hacia mediodía, más o menos, se marchaba y volvía a aparecer a media tarde, hacia las siete.
Rezando el pasado lunes
Una de las trabajadoras de la catedral lo vio el lunes en la nave principal del templo, pero su presencia no llamaba la atención por lo cotidiana que era. Si se confirma que fue Manuel Fernández Castiñeiras el responsable de la desaparición de la pieza, se convertiría en el único ladrón que vuelve a diario al lugar del robo.
El retrato que hacen de él no varía mucho según dónde se pregunte. Casi todo el mundo coincide en que era un hombre con problemas de comportamiento, rozando los sesenta años y que no destacaría por su habilidad.
Fernández Castiñeiras estuvo trabajando como electricista autónomo para la catedral cerca de 25 años y esa relación fue cortada por el propio cabildo tras una serie de desapariciones de objetos y documentos. En el 2008, el ahora detenido dejó de trabajar en la electricidad del templo, aunque a lo largo de los años había realizado todo tipo de obras menores.
Miembros del personal aseguran que la cualificación laboral del detenido no era demasiada y, por lo tanto, los trabajos grandes e importantes se encargaban a otras empresas. En el mismo sentido, algunos excompañeros de tareas afirman que el hecho de que el cabildo le hubiera ofrecido trabajo durante tantos años tenía más relación con darle algo a ganar que con su capacidad laboral.
Misas, broncas y cañas
Después del 2008 en la catedral se recuerdan algunas broncas entre el detenido, el personal, miembros del cabildo y, especialmente, con el deán, a quien Fernández Castiñeiras tenía particular inquina. Se oyeron insultos en la nave catedralicia y se avisó a la policía. Con todo, el sospechoso no dejó de acudir nunca al templo.
Además de habitual de la misa temprana tenía por costumbre salir a las cañas de la última hora de la tarde en O Milladoiro. La tarde anterior a ser detenido fue visto en un bar cercano a su domicilio, manteniendo las costumbres de los últimos años. Fernández Castiñeiras fue el último presidente de la Asociación vecinal A Magdalena, de O Milladoiro. Aún mantiene una disputa porque un garaje, que no ha sido registrado todavía, pertenecía a este colectivo ya disuelto, pero el detenido se quedó con las llaves y nunca atendió los requerimientos de devolverlas.
Familia humilde
Una vecina, que en su tiempo hizo las cortinas para la casa en la que familia detenida vivía en O Milladoiro, aseguró que era «una vivienda muy humilde». Otro vecino de la misma población comenta que era un hombre algo parado que «camiñaba moi lento, como se fose papando as moscas». Vecinos de Sanxenxo señalan que padecía algún tipo de parálisis.
Esa misma descripción de humildad y normalidad es la que utilizan para el resto de los detenidos. La esposa del principal sospechoso es María Remedios Nieto Mayo, natural de Zas, en el concello de Negreira y de 58 años, a quien sus vecinos de aldea califican de mujer muy reservada, sin gran vida social.
El hijo del matrimonio, Jesús Fernández Nieto, cuenta 22 años y, según una vecina, que conoce a toda la familia es un «chaval normal que no se distingue de los de su edad». Los tres fueron detenidos en una primera tanda. En la segunda, realizada ya de madrugada, fue detenida la novia del hijo, María Jesús Quinteiro Seoane, que rondaría los veinte años.
Para algunos miembros del equipo catedralicio es más fácil creer que la responsabilidad del robo «tiene más que ver con el hijo que con el padre». Una vez conocidas las noticias de todo lo encontrado en la casa del sospechoso, señalan que una cosa es llevarse objetos de la catedral y otra hacer dinero con lo sustraído. Otro trabajador explica que «nunca as contas cadraran tan pouco como nisto».
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