Melville llegó con su escritura a donde nadie había llegado antes, iluminó las sendas por las que otros siguieron
18 oct 2012 . Actualizado a las 11:55 h.No, la cuestión no es por qué precisamente Moby Dick, así que mejor no perdamos, a estas alturas, el tiempo en eso. Habría otras opciones, por supuesto. No innumerables, claro, tampoco exageremos. Pero sí abundantes; y, casi en idéntica medida, excelentes. Lo que ocurre es que la obra magna de Melville, ya a raíz de su primera publicación -en principio nada exitosa, lo que es otro mérito más que no podemos dejar de tener en cuenta; lo que se ha dado en llamar el gran público la ignoró olímpicamente-, cambió la mejor literatura, y lo hizo por completo. Cosa que se ha dicho, y con absoluta alegría, bien se sabe, de otros muchos libros, aunque por lo general -y a diferencia del caso que nos ocupa- nada estaba más lejos de ser cierto.
Pocas veces ha ido un novelista tan lejos como Melville en la búsqueda del misterio que anida en lo más hondo de la naturaleza humana. Y además -cuestión que tampoco conviene dejar de mencionar- iluminando el camino que otros, después , siguieron. Porque si Melville no hubiese existido, tampoco existirían buena parte de los libros de todos esos que ahora tenemos en mente. O existirían, si así lo prefieren, de otra forma completamente diferente. Él fue en verdad un pionero (qué palabra tan fea, pionero, hay que ver qué mal suena...) en el empeño de alcanzar los territorios situados más allá de todas las fronteras de la novela. Llegó a donde nadie había llegado antes. Los que se aventurarán más tarde por las mismas sendas, ya no avanzaban a tientas. Permítasenos recomendar hoy, además, la magnífica edición y traducción al castellano de Fernando Velasco Garrido, impresa por Akal, casa que últimamente suma otra vez acierto tras acierto. Sin restarle mérito alguno a las traducciones hechas en su día por Enrique Pezzoni y José María Valverde, ambas excelentes en tanto que llenas de méritos a los que habría que referirse más detenidamente, uno no puede dejar de mencionar hasta qué punto en la de Fernando Velasco Garrido percibe el lector la voz del propio Melville. Además, el volumen
de Akal, compuesto de manera (también eso es muy de agradecer) que las notas no estorben la lectura, incluye una introducción extraordinaria del propio Fernando Velasco que permite situar al lector de manera muy precisa en el contexto en el que surgió este libro impagable que no busca en las inmensidad de los mares, sino en las simas del corazón humano. Una introducción que nos habla, en fin, de la América que vio pasar a Melville, que solo lo escuchó a veces y que jamás se preguntó realmente, por lo que parece, quién era. Pero lo importante es el libro, desde luego. También en eso tienen razón ustedes. Así que volvamos a sus páginas. Y así vivir no será tan complejo como resulta a veces.
Moby Dick | Herman Melville. Edición y traducción de Fernando Velasco. 944 páginas. 30 euros.