Oscars 2013: Gael García Bernal asegura que todos los países querrían que en su historia hubiera un «No»

EFE

CULTURA

El filme chileno dirigido por Pablo Larraín está nominado en la categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa

07 feb 2013 . Actualizado a las 19:18 h.

El actor mexicano Gael García Bernal, protagonista de No, la primera cinta chilena nominada a los Oscars, asegura que después de ver la película «dan muchas ganas» de que lo sucedido en Chile en 1988 «fuera parte de la historia de tu país, de cualquier país».

«Es un 'no más'. La película misma es una campaña no sólo contra Augusto Pinochet sino contra la realidad que vivimos ahora. En todos lados donde estrenamos, quizá también suceda aquí en España, hay una sensación directa de que ojalá hubiera un 'no más', 'no más impunidad', 'no más corrupción'», señala el actor.

Gael García Bernal y el director de la cinta, Pablo Larraín, están hoy en Madrid para promocionar el estreno el próximo viernes de No, una película nominada en los Oscars a mejor cinta extranjera en la que se cuentan las bambalinas de la campaña por el «no» en el plesbiscito que cuestionaba la continuidad del general Pinochet en el poder, convocado por presión internacional. «El mundo entero anda como en esa adolescencia de la democracia, que criticamos porque ha sido muy pervertida y porque el objetivo se ha vuelto ganar elecciones y no el intercambio real de ideas, la confrontación inclusive: importa más cómo se vende, y ahí es donde No tiene esa conexión, porque se siente que habla de lo que sucede en cada país en este momento», reflexiona el actor.

Desde el punto de vista del director, esa esperanza y esa alegría que cuenta la película nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa «es un fragmento muy arbitrario y muy subjetivo de cómo un país se organizó para derrotar a un dictador, y sí, es posible; cuando la gente se organiza y realmente lucha por algo, y está en eso durante años, se puede producir. Pero...». Para Larraín hay varios «peros».

El primero el «saborcito amargo» de que el general se fuera «dos años después, sin ser juzgado ni encarcelado y dejando algo muy fuerte de su dictadura que fue su Constitución, hoy vigente en Chile, y su modelo económico». Y el segundo, su sensación de que es «cada día más difícil» que las cosas hoy se puedan arreglar de manera positiva. «Los países hoy son propiedad de algunos empresarios y los ciudadanos somos gente que trabajamos para ellos».

Basada en la obra de teatro El plebiscito, del también chileno Antonio Skármeta, Larraín decidió apostar por el rodaje en U-matic -la prehistoria del vídeo- en parte para que el espectador no distinguiera entre las partes documentales y la ficción y también «como humilde y silenciosa protesta contra el HD». «Quiero reivindicar las diferencias, las texturas (...) Esta obsesión por la calidad de la imagen me parece que está llegando a extremos peligrosos», opina.

Larraín asegura que «siempre» estuvo García Bernal en el reparto, «tiene un misterio en cámara que me parece esencial, y mucha potencia», que se multiplica al unirse a nombres como Alfredo Castro, Luis Gnecco o Antonia Zegers. El actor, ganador de una veintena de premios y con gran prestigio internacional avalado por sus trabajos en cintas como la tremenda Amores perros (2000), de Alejandro González Iñárritu, o La mala educación (2004) de Pedro Almodóvar, no tiene ningún Oscar a pesar de haber sido nominado otras cuatro veces -Amores perros (2000), Y tu mamá también (2001), Diarios de motocicleta (2004) y Babel (2006)-, aunque el mexicano no había echado las cuentas. «Somos unos excelentes perdedores», bromea.

En la película nominada a los Oscars este año, García Bernal interpreta a un publicista exiliado que regresa a Chile -«me resultó muy complicado conseguir el acento chileno», reconoce-, para participar en una campaña que unos veían amañada, y que para otros podía legitimar al dictador como demócrata. «No sé cómo hubiera reaccionado de haber estado allí, pero te aseguro que me emocioné cuando hicimos el rodaje, todos nos creímos que la alegría llegaba ese día», revela García Bernal.

Porque No es una película política, pero también es graciosa, tensa y muy emocional; de hecho, Larraín confiesa que con esta tercera toma de su visión del Chile contemporáneo, tras Tony Manero (2008) y Post Mortem (2010) -«no digas trilogía, que suena pretencioso», pide el transparente director chileno-, ha tenido «suficiente».