
Apasionado de la fotografía, amigo de Virxilio Viéitez e intérprete en algunas de las películas más gloriosas del cine español, el actor trae a Galicia «Una noche con Gabino. Diez años después»
15 feb 2013 . Actualizado a las 13:28 h.A CORUÑA | Teatro Colón | Hoy | 20.30 horas | De 13,60 a 16,60 euros (9 euros en Oferplan)
Una conversación con Gabino Diego siempre merece un continuará? Porque se esmera en ello, con la difícil misión de no caer en el exceso, un actor que tanto vale para un roto como para un descosido. Imita, canta, cuenta historias, escucha. En una misma entrevista es capaz de hablar de sí mismo, del espectáculo que trae a Galicia, el apabullante Una noche con Gabino. Diez años después (un artefacto actualizado que en pleno 2013 conserva toda su frescura e interés), de ponerse en pie para imitar a Fernando Fernán Gómez, a Luis Escobar... Menos cantar, de todo. Y, de repente, cuando surge su pasión por la fotografía, se saca de la chistera un libro del que es artífice (ha hecho más, ha invertido todo su dinero en comprar fotos) y del que surge el nombre de Virxilio Viéitez y una imagen del genio de Soutelo de Montes, que Cartier-Bresson incluyó en su libro Mis fotografías favoritas. Lo conoció, lo trató y lo admira. Ha pasado largas temporadas en Galicia y lo atestigua otra foto, en este caso de Keta Viéitez, en la que Gabino Diego aparece como personaje de Viéitez padre. Pero esa es otra historia que está en esta, porque entre tanta pasión fotográfica la entrevista queda interrumpida y hay que hablar hasta de Amanece que no es poco. Gabino Diego, que sabe lo que es ganar un Goya, que ha participado en grandes títulos del cine español, padre de una joven de 17 años, es ahora un animal de escenario.
-Ha bautizado el espectáculo «Una noche con Gabino. Diez años después». ¿Esto es como volver a casa?
-Es como contarle a alguien una historia nueva, aunque ya la haya contado. En eso creo que soy como mi madre, o como todas las madres, cuando te cuentan algo que ya te habían contado una y otra vez. A mí eso ahora me lo permiten. Cuando vas a actuar sientes que lo vas a hacer por primera vez y tratas de dar algo nuevo. Nunca es igual.
-También todo ha cambiado mucho. ¿Soporta este espectáculo el paso del tiempo?
-Lo que ha cambiado mucho es el IVA cultural y que cuando sales de gira ahora tienes que tener en cuenta que el 50 % se va en esas cosas. Pero sí soporta el paso del tiempo.
-¿Y usted cómo lo lleva?
-Después del tute que me pegué en El apagón, esto me parece más relajado, aunque esté una hora y 45 minutos solo sobre el escenario. Y el paso del tiempo es lo que hay, no hay más, tiene sus cosas positivas porque sabes más de la vida, y yo ahora me siento con ganas y con ilusión de que la gente se lo pase bien. Creo, de verdad, que la gente necesita sentir que hay algo más que crisis, hipotecas y problemas.
-Cuando empezó a montar este espectáculo, ¿no le preguntaron si estaba un poco loco?
-Yo le dije al productor que esto iba a funcionar. Lo único que pedí es que tuviera calidad teatral, que hubiera teatro dentro del espectáculo. Que se hablara del éxito y del fracaso y que el personaje llevara ese hilo conductor. Aunque he hecho mucho cine, yo me siento más de directo, aunque sea con pocos espectadores. Había riesgo cuando lo estrené, porque seguro que había quienes esperaban el batacazo.
-¿A la gente le atrae pensar que lo que cuenta le pasó a usted?
-Yo no soy ese personaje, aunque también cuente cosas que me han pasado. Hay cosas inventadas y otras no. Lo bueno es que a veces el espectador se cree lo que no pasó y al revés. El público se queda rápidamente con la historia, y se ríe.
-Galicia es de sus lugares favoritos para actuar. ¿Por qué?
-Porque siempre encuentro un público muy bueno, que conecta con la historia, se divierte y tiene un sentido del humor parecido al mío. Además, mi profesora de canto es Inés Rivadeneira, que es gallega y una mujer muy importante que cantó con Kraus. Galicia es un lugar al que tengo mucho cariño. Y he interpretado a gallegos en El viaje a ninguna parte y La noche más larga.
-¿Cuando está por Galicia qué hace?
-Me gusta caminar por las calles, me gusta la comida, pasear por los soportales de Santiago. Tuve una novia de O Grove, por cierto. Y he estado en Soutelo de Montes. Conozco a la familia de Virxilio Viéitez. Les tengo mucho cariño y mucha admiración.
-¿Tiene aparcados el cine y la televisión?
-Hay mucha gente que no hace cine y debería. Jaime Chávarri o Manuel Gómez Pereira, por citar solo dos, son grandes directores que deberían tener proyectos a su alcance. Yo tuve un buen momento en el cine, pero ahora mi camino de actor es en el teatro.
-Aunque podríamos hablar de tantas y tantas películas, vayamos a «Amanece que no es poco». Cuando le ofrecieron el guion, ¿no pensó que era un proyecto imposible? ¿Y es cierto que tardó días en salir del pueblo una vez acabado el rodaje?
-No, tardé un par de meses. Conocí a un argentino que me invitó a su pueblo, y como siempre había fiesta y el autobús a Albacete salía a las siete de la mañana, siempre lo perdía. Y así estuve una temporada... Respecto al guion, en cuanto me lo dieron y lo leí dije que sí. Aunque había gente en el pueblo un poco mosqueada porque no se creían que fuera una película de verdad, con gente plantada en la huerta y aquellas cosas. Creían que había una cámara oculta.
-Ha trabajado con Tony Leblanc, Manuel Alexandre, Agustín González, Luis Escobar, Luis Ciges, Fernando Fernán Gómez. ¿Cómo los recuerda?
-Lo hago en el espectáculo. Son gente a la que tengo mucho cariño y que ya no están. Eso sí ha cambiado en el espectáculo. Me los imagino en el más allá rodando una película.