La primera actriz española que triunfó en Hollywood acababa de cumplir 85 años de edad el pasado 10 de marzo
09 abr 2013 . Actualizado a las 15:13 h.Sara Montiel ha fallecido hoy inesperadamente en su domicilio del madrileño barrio Salamanca. Fuentes sanitarias han indicado que todo apunta a que la muerte súbita se debió a causas naturales. Una ambulancia de los servicios de emergencia acudió esta mañana al domicilio de la artista para intentar socorrerla, donde la actriz se encontraba en compañía de su hija Thais, pero no pudieron hacer nada por su vida. Será enterrada mañana en el cementerio de San Isidro, en cuyo tanatorio ya está instalada su capilla ardiente.
Estrella de la pantalla y la canción, Saritísima, la primera artista española en triunfar en Hollywood, acababa de cumplir hace apenas un mes los 85 años entre el glamour, la leyenda y el exceso. Ernest Hemingway le enseñó a fumar puros, se casó con Anthony Mann, flirteó con Gary Cooper y protagonizó el clásico español El último cuplé. «Siempre ha parecido que tengo menos edad, por mi cutis y por unas piernas que valen un potosí», decía ya en 1991 Maria Antonia Abad, también conocida como Sara Montiel y, para muchos, como Saritísima. Diva del cine, de la canción, icono sexual y artístico de la cultura española e incluso musa de lo kitsch, Sara Montiel derrochó hasta sus últimos días una inconfundible personalidad y una admirable capacidad de autoparodia, 85 intensos años de vida que arrancaron el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real).
A lo largo de su vida, Sara Montiel protagonizó medio centenar de películas y pasó por los brazos de Miguel Mihura, Anthony Mann, León Felipe y Severo Ochoa. «Nací de pie, pero nací, y aunque no hubiera hecho El último cuplé habría llegado arriba por un lado u otro -reconocía hace algunos años la artista-. Me juré no tener ningún amo, ser pájaro libre y lo he cumplido». Una promesa que Sara Montiel se hizo a sí misma de niña, cuando acostumbrada a escuchar en el pueblo a sus padres, labriegos, llamar amos a sus señores decidió romper con ese destino. Le bastó su espectacular físico y su innato talento. Con su primer éxito cinematográfico, Locura de amor, a finales de los 40, una joven Sara Montiel consiguió que la gente saliese de las salas de cine diciendo «la que está buenísima es la mala», tal y como ella misma recordaba en una de sus últimas entrevistas.
La escapatoria estaba en México, donde Maria Antonia Abad pasó a ser Sara Montiel convirtiéndose en una de las reinas del melodrama. Pero sería en Hollywood donde impactaría internacionalmente. En la Meca del cine, la actriz se casó con el maestro del western Anthony Mann, deslumbró a Gary Cooper y Burt Lancaster en Veracruz y conoció a Marlon Brando. «Yo no era novia de nadie, era Sara Montiel desde un principio y trabajé muchísimo».
En su regreso a casa, en el año 1957 -época en la que rodó El último cuplé, una película que se convirtió en un éxito de taquilla y relanzó su carrera como cantante- la actriz se reencontró con la dictadura y, a su manera, se comprometió con la política. «Siempre con mis ideas por dentro y no muy calladita -indicaba Montiel años más tarde-. En el 63 ya dije que era socialista». «Ese señor del bigote no tiene ni medio polvo» fue su manera de descalificar a Aznar en 1993, haciendo campaña a favor de los socialistas. Criticó también al Gobierno en el 2011 cuando aplicó la ley antitabaco. Saritísima se veía entonces privada de una de sus grandes señas de identidad: el puro. Aprendió a fumarlos gracias al escritor estadounidense autor de El viejo y el mar y su Fumando espero se convirtió en su tema más conocido como cantante. Pero Sara Montiel sin su puro hubiera seguido siendo Sara Montiel.
Con la llegada de la democracia, en cambio, la artista manchega dejó el cine al no querer desnudarse. «Veía a Carmen Sevilla o a Nadiuska con los pechos al aire, yo tenía 43 años y estaba como un tren. Me ofrecían millonadas. Pero yo preferí que el público me recordara como era», se justificó Sara Montiel. En los ochenta y los noventa, aunque se centró en la canción, su rostro se convirtió en un habitual de las revistas del corazón y programas de televisión donde exigía, según las malas lenguas, poner una media en la lente de la cámara para que no se le vieran las arrugas. Con la llegada del siglo XXI, su carácter excesivo, su atípica familia con sus hijos adoptados Thais y Zeus, y su aspecto barroco la convirtieron en una diva de lo kitsch y en un icono de la comunidad homosexual.
Al cumplir 80 años una triunfal Sara Montiel afirmaba: «No lo aparento». Y hace dos años, resumía su incombustibilidad: «Dios me está dando una salud de hierro. Tengo fuerza físicamente, conservo la voz y me muevo bien».
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