Torneiro muestra su satisfacción por que el Premio Nacional de Poesía vaya para un libro en gallego
08 oct 2013 . Actualizado a las 20:24 h.«La poesía no sirve para nada, gracias a Dios, pero es indispensable». Lo dice el ganador del Premio Nacional de Poesía, Manuel Álvarez Torneiro (A Coruña, 1932). «Me sorprende y me gusta que se premie a un libro en gallego, algo muy de agradecer por lo que tiene de reconocimiento a una lengua que amo intensamente y una tierra como esta, donde dicen que hay un poeta debajo de cada piedra», se ufana el veterano escritor, «emocionado» por el alto galardón institucional
«Es un libro muy feliz que no deja de darme satisfacciones», agrega desde su casa coruñesa este «pájaro solitario» de la poesía que no se adscribe a ningún movimiento y que durante cinco lustros ejerció el periodismo en La Voz de Galicia. «La poesía y el periodismo han sido las dos dedicaciones de mi vida y hay quien se empeña en decir que ambos están muertos. No lo creo. No se parecen demasiado, pero para hacerlo bien hay que escapar de la rutina en la poesía y el periodismo», propone
Os ángulos da brasa es un vivificante poemario que celebra la memoria y deja ver muchas de las influencias que pueden rastrearse en la obra poética de Álvarez Torneiro, profundo admirador de Pablo Neruda y de Octavio Paz y voraz lector de los grandes poetas españoles de los cincuenta, aquella brillante generación de Gabriel Celaya o Blas de Otero. Consta de 67 composiciones divididas en tres secciones -Trama de vida, Terreal e sagrado y Tapiz de cinsa- en las que Torneiro reflexiona sobre la cotidianidad y dibuja emociones íntimas y pensamientos existenciales, jugando con la dimensión simbólica de la palabra. Por este mismo libro recibió el Premio Nacional de la Crítica 2012 -galardón que había conseguido ya en 1999 por Luz de facer memoria- y también había sido reconocido por la Asociación Galega de Editores con el Premio Ánxel Casal, y por la sociedad de escritores en lengua gallega. «El gallego es hoy una lengua de prestigio, pero ha sido vapuleada y tenida por el idioma de los incultos, los campesinos y los analfabetos», se duele
«Es un tributo a la memoria, a los recuerdos, que a mi edad es lo único que tenemos, la intendencia a la que recurrimos para crear», dice este autor de casi una veintena de poemarios que escribe versos «casi desde que eché los dientes». «En la memoria cabe la alegría, el llanto y un sinfín de historias y son las que están en el libro», dice de unos poemas que seguro reimprimirá Kalandraka, que lo publicó en su colección Tambo de Factoría K. Para Xosé Manuel Eyré, que formó parte del jurado que le concedió el premio del Crítica, estamos ante un poemario «que logra ser emotivo sin dejar de ser reflexivo, una mirada sobre la vida y el ser humano desde la altura de los años y la experiencia»
Álvarez Torneiro debutó tardíamente con Memoria dun silencio (1982) y publicó luego Rigorosamente humano (1995), Luz de facer memoria (1999), Campo segado (2001), Epicentro (2003), Setembro Stradivarius (2004) y Parábola do incrédulo (2006). Atesora un buen puñado de inéditos «que darían para otros tres poemarios»
«¿Para qué sirve la poesía? No sirve para nada, gracias a Dios, como decía Juan Gelman. Pero es indispensable. El propio Gelman demuestra que es necesaria y no tan inútil con la antología de un millar de páginas que acaba de publicar», dice divertido. «Desde un punto de vista personal, la poesía me lo dio todo, me acompañó mucho, me dio alegrías y alivió penas y soledades», explica Torneiro, que reniega de clasificaciones y etiquetas. «Le hice arrumacos a la poesía social realista en los años sesenta, cuando estaba de moda, y me influenciaron mucho Blas de Otero o Gabriel Celaya, Pinillos o Altolaguirre, pero nunca me impliqué a fondo en ninguna corriente». «Tengo mi personalidad y lo mismo escribo un poema lírico que uno dramático, en función de mi estado de ánimo; creo que la poesía es sólo poesía y no cabe poner etiquetas ni marchamos. Además, soy el peor crítico de mi obra e incapaz de ver en ella lo que otros perciben», resume
Desde la experiencia de sus ochenta años admite que «la madurez y la juventud son quizá los momentos de la vida más proclives a la poesía», pero él apuesta «por la serenidad de la madurez y el poso que da el tiempo»
«No hay reglas; hay grandes poetas que brillan en distintas etapas de sus vidas», asume. Cree que la poesía tiene asegurado el futuro «gracias al pulso firme que demuestran los poetas más jóvenes. No voy a dar nombres para no olvidar a ninguno, pero los hay muy prometedores tanto en lengua gallega como en castellano», concluye. El Premio Nacional de Poesía distingue «el conjunto de la labor literaria, en cualquiera de las lenguas españolas, de un autor español, cuya obra esté considerada como parte integrante del conjunto de la literatura española actual». Los dos galardonados anteriores fueron Antonio Carvajal Milena (2012) y Francisca Aguirre Benito (2011)
María Teresa Lizaranzu, directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, presidió el jurado del que formaron Mónica Fernández Muñoz, Inés Fernández-Ordóñez, Basilio Losada Castro, Amaia Jauregizar, Susanna Rafart i Corominas, María Isabel López Martínez, Juan Ángel Juristo González, Juan José Lanz, Ramón Sánchez-Ocaña Serrano, María Ángeles Egido León y Jaime Siles Ruiz. Alicia García Molina, jefa del Servicio de Promoción de las Letras de la Subdirección General de Promoción del Libro la Lectura y las Letras Españolas actuó como secretaria con voz pero sin voto.