Tristram relata su vida a Joyce

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El sello Impedimenta publica la alocada versión gráfica que Martin Rowson realizó sobre la gran novela (o anti-novela) de Laurence Sterne

16 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El pasado 24 de noviembre, en que se festejaban los 300 años del nacimiento de Laurence Sterne (1713, Clonmel, Irlanda-1768, Londres), Juan Gabriel López Guix lo celebraba encerrado en su casa traduciendo la adaptación al cómic que el dibujante londinense Martin Rowson (1959) realizó en 1996 de la obra mayor del mayor genio humorista inglés: Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero. «Una demencial novela gráfica», admite Enrique Redel -editor de Impedimenta-, que se enamoró de ella en una de sus visitas a Londres. La compró y se puso en contacto con López Guix, que asumió el reto. A grandes desafíos, grandes remedios.

Rowson afrontó la complejidad del Tristram Shandy llevando su dificultad más lejos todavía. El dibujante introduce en el texto un nuevo nivel metanarrativo al situarse a sí mismo esporádicamente entre las viñetas comentando (con su perro Pete) los hechos que a su vez relata Tristram a sus acompañantes, tres personajes anónimos a los que explica las penurias de su lamentable existencia. A dos de ellos (Señor y Señora), en un avance de sus irónicos planteamientos, Rowson les pone rostro, los de James Joyce y Virginia Woolf. Y es que Sterne puede considerarse como el precursor de la anti-novela, recogió las enseñanzas de Rabelais (Gargantúa y Pantagruel) y Cervantes (el Quijote) y reinventó la novela, modificando definitivamente los cauces de la literatura universal. Rowson se burla así de las escuelas literarias, de la crítica moderna, como hace también con los deconstruccionistas franceses, cebándose especialmente con Derrida. «Lo que hace, y hacemos nosotros -detalla López Guix-, es leer el pasado con los ojos del presente. Es un ejercicio inevitable».

Puede parecer, prosigue el traductor, que Rowson es irrespetuoso con Sterne, «pero todo lo que crea de su libérrima cosecha es perfectamente shandiano, sus chistes, digresiones y su voluntad paródica se ciñen al humorista espíritu del texto original, y lo demás es una inteligente selección de fragmentos de la novela [que deja sus 700 páginas en apenas una cuarta parte] con exquisita literalidad».

Así, en esa prodigiosa construcción en capas, Rowson juega con Martin Amis, Oliver Stone, Aristóteles, Easton Ellis, Philip Marlowe, T.S. Eliot, García Márquez, Rushdie... Pero no hace otra cosa que lo que hacía Sterne, que hasta por ello fue acusado de plagiario, cuando lo que proponía era un audaz adelanto de la estética pop, y además sin ocultar sus mañas. En el ámbito gráfico, Rowson también se recrea en un juego similar, y parodia a Piranesi, Hogarth, Durero, Da Vinci, Grosz, Beardsley.

Donde se aleja más de la sutileza shandiana, señala López Guix, es en la explicitud sexual del inicio del relato, con el paseo de Tristram, con sus invitados, por el escroto paterno, una provocación obscena. Rowson está convencido de que una vez superado este exceso procaz nada puede estragar ya lo que resta de aventura, que «irá rodada» para el lector. Y no le falta razón. Mañana llega a las librerías.