Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

El Greco, semilla de la modernidad

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

El Prado rastrea su huella y, sobre todo, su influencia en la obra de Picasso

24 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«El Greco es, seguramente, el maestro antiguo de influencia más clara y duradera en la pintura moderna; arrebató el cetro a Velázquez a finales del XIX y se colocó muy por encima de Goya o Rafael». Lo dice sin dudar Miguel Zugaza, director del museo del Prado, que abre una muestra histórica que ratifica con brillantez esta tesis y «da la bienvenida a la vanguardia de la mano del Greco». Reúne 106 obras, 26 del genio cretense y 80 de algunos de sus más egregios sucesores, de Cézanne y Manet a Chagall y Bacon, pasando por un obsesionado Picasso, Giacometti, Modigliani, Fortuny, Zuloaga, Sorolla, Kokoschka o Pollock. Es una sucesión de intensos e iluminadores diálogos de pintor a pintor. Ya fueran impresionistas, cubistas, expresionistas, figurativos o abstractos, todos lo perciben como «uno de los nuestros». Aprecian su osadía y emulan y homenajean la rara pintura de un creador incomprendido en su tiempo, tenido por loco o alucinado. Harían falta tres siglos para que la grandeza del Greco (Candía, 1541-Toledo, 1614) se hiciera evidente y universal. Antes que crítica y estudiosos, percibieron su genialidad y su singular grandeza muchos de los más sólidos maestros del arte de los dos últimos siglos, en cuya obra se rastrea la honda huella del cretense.

Y eso es lo que hace El Greco y la pintura moderna, que inauguró ayer la reina Letizia. Una selección de excepcionales obras del pintor que eligió vivir y crear en la España del Siglo de Oro y morir en Toledo. Se confrontan con las más de 80 obras modernas no menos fascinantes. La tensión que surge de confrontar joyas como el Laoconte de la National Gallery de Washington con las pinturas en que influyó pone de manifiesto la complejidad y riqueza de la influencia del Greco en un período de cambios radicales en la pintura universal. Una huella «nunca analizada con tanta intensidad», según Gabriele Finaldi, subdirector del Prado, que no oculta su sorpresa al constatar «el peso del constante redescubrimiento del Greco para las varias generaciones que hallaron en él un vocabulario plástico y un compañero de viaje».

Su poderoso influjo es patente los raros dibujos de un Alberto Giacometti que copia La dama del armiño original, y en la que recreó Cézanne, y en el estilizado retrato que Modigliani hizo de su mecenas al estilo del Caballero de la mano en el pecho, el retrato del Greco más influyente en los pintores modernos. En especial en el Picasso más iconoclasta, que del inicio al final de su carrera tuvo una sólida referencia en el Greco. Lo demuestra la veintena de cuadros del malagueño, de todas las épocas, que figuran en la muestra. «Picasso estaba obsesionado con él y su huella está presente en Las señoritas de Aviñón, la obra germinal del cubismo», sostiene Javier Barón, comisario de la exposición y que llegó a revisar la huella del Greco en 300 pintores para elegir finalmente cuarenta. Se ve cómo un Picasso adolescente dibuja ya al estilo del Greco: cómo retrata luego a su amigo Sabartés con gola de caballero, cómo recrea en su período azul el Entierro del Conde de Orgaz al pintar el sepelio de su amigo Casagemas, cómo La comida frugal evoca las manos de San Pedro y San Pablo, cómo tiene al cretense muy presente en su revolución cubista y regresa al maestro griego en la salvaje y fresca pintura de sus años últimos.