En estos días hay tanta ideología oculta detrás de las noticias económicas que más que nunca la tarea de un economista crítico, siguiendo las hermosas palabras de Mario Benedetti, es la de hacer números para sacarle verdades.
Por ejemplo, el Gobierno nos dice todos los días que en España no nos podemos permitir el nivel actual de los servicios públicos, que no los podemos financiar y que no hay más remedio que recortarlos. Un solo número permite desmontar esta afirmación. La riqueza de España, medida a través del PIB, era en el 2007, antes de la crisis, de 1.053.161 millones de euros y con ese nivel de PIB no teníamos problemas para mantener e incluso desarrollar nuestro Estado de bienestar. En el 2011, cuatro años después, en plena crisis y sometidos a un brutal proceso de recortes, el PIB alcanzó los 1.073.383 millones de euros. Esto es, el 2 % más que en el 2007. No, no hay ningún error. A pesar de lo que nos dicen, la producción de bienes y servicios en España es, hoy, superior a la que teníamos hace cuatro años.
La conclusión es evidente. No es un problema de escasez de recursos. El debate en realidad es cómo se distribuye la riqueza. Lo mismo de siempre, solo que esta vez con nuevos e indiscutidos argumentos del lado de los poderosos. El principal es la amenaza de intervención -le llaman rescate solo para intentar engañarnos- de la economía española por la troika con un coste de hasta 500.000 millones de euros. Y sin embargo, para todo el año 2012 las necesidades de financiación de las Administraciones españolas se estiman en 180.000 millones de euros, de los cuales ya se ha conseguido más de la mitad. En consecuencia, en lo que queda de año el Reino de España necesita emitir menos de 90.000 millones de euros, una cifra muy por debajo del coste de la intervención y que puede ser asumida con enorme facilidad por el BCE o los bancos españoles.
A pesar de ello nos mienten con la inminencia de la intervención porque dicen que tenemos un exceso de gasto por culpa de unos servicios públicos que no nos podemos permitir.
Si a estos números le sacamos las verdades se puede decir que en realidad las dudas sobre la solvencia de la deuda pública española o la especulación sobre la prima de riesgo no son más que la munición gruesa del ataque para obligarnos a aceptar como inevitable algo que en realidad no lo es. Porque si nuestro nivel de riqueza actual es igual al del 2007, y mucho más alto que el de diez años antes, no es cierto que tengamos que aceptar resignadamente los recortes.