Aplausos

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

13 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En el Parlamento italiano hubo lágrimas cuando el Gobierno del presidente no elegido anunció su plan de ajuste. En la carrera de San Jerónimo hubo aplausos cuando Rajoy desgranó el recorte más duro al que nos enfrentamos en toda la historia de nuestra moderna democracia. ¿Qué significado tuvieron aquellas lágrimas de la ministra Elsa Fornero? ¿Cómo se pueden interpretar las ovaciones que desde la bancada popular dedicaron al primer ministro español?

Cuando aquello sucedió en Roma algunos interpretaron -quizás solo los cínicos, quién sabe- que el llanto formaba parte de una puesta en escena en la que era obligado trasladar la extrema gravedad de la situación a una población que acababa de ver caer, junto a su economía, a un presidente -un indeseable como Berlusconi, es cierto- sin el mandato de las urnas. Pero no hay pruebas de que fuesen lágrimas de cocodrilo y, en todo caso, para algunos damnificados por los apretones pudo tener el efecto de la compasión.

Los aplausos en el Congreso -también un poco los abucheos- sonaron como la recompensa a sí mismos de unos políticos que se han ganado a pulso que la población los vea como una especie de secta preocupada más por sus prebendas que por el bienestar de los ciudadanos. Para los biempensantes, los diputados solo equivocaron el momento de rendir tributo al atribulado jefe de filas, porque deberían haber esperado a saborear los éxitos del plan Rajoy. Para los suspicaces, habría sido una reacción de alivio de sus señorías al comprobar que también esta vez se van a librar. Algunos ni siquiera estaban presentes para el autohomenaje. Como tantas veces.