El derecho a extrapolar

OPINIÓN

25 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El derecho a extrapolar es tan básico como el de escoger entre el vino y la cerveza, y, puesto que la extrapolación es un instinto tan básico como el cruce de piernas de Sharon Stone, ni siquiera tenemos que justificar por qué extrapolamos. Julio César extrapolaba la grasa del hígado de las ocas a la guerra de las Galias; y los teólogos de Padua extrapolaban las metáforas de la Biblia a la estructura del cosmos inabarcable; y por eso no veo que haya nada de malo ni de raro en que, tan pronto como se anunciaron los resultados del 21-O, el PP de Mariano Rajoy tomó dos decisiones igual de lógicas y trascendentes: que los resultados de las elecciones gallegas son extrapolables y deben extrapolarse a caño abierto, y que los resultados de Euskadi no son extrapolables y hay que mantenerlos recluidos entre Musquiz y Hendaya. Es su derecho.

Si me hubiese preguntado a mí, cosa que nunca hace, le hubiese aconsejado exactamente eso, extrapolar lo que le conviene y no extrapolar lo que no le conviene. Y si me hubiese contratado una extrapolación de urgencia, también yo hubiese concluido, y no me avergüenzo por ello, que los españoles -¡porque no debe haber ninguna duda de que los gallegos somos españoles!- preferimos la Galicia del sufrimiento a la del crecimiento, y que, puestos a escoger entre las infantiles frasecitas de Vázquez y los artificios retóricos de Núñez Feijoo, estamos mucho más de acuerdo con que el proyecto de informe que da cuenta de la transferencia de pagos del 2010 al 2011 por valor de 400 millones de euros «aún no es un informe», y que lo que haya puesto el exconselleiro Orza en el papelito con membrete del Consello de Contas no tiene más importancia que las monsergas que Hollande le cuenta a Merkel la víspera de todas las cumbres.

Por eso cabe pensar que Rajoy debe mantener la incógnita sobre el rescate general hasta después de las elecciones catalanas; que debe seguir insistiendo en que nadie le ha dicho -ni siquiera Almunia- que el importe de los rescates computa en la deuda, y los intereses, en el déficit; que es bueno hacer la ficción de una actualización de las pensiones, aunque para ello tengamos que ir al fondo de reserva; que no es bueno liquidar las instituciones financieras quebradas si con ello se le da cuerda al político local; que todo el problema educativo y sanitario hay que arreglarlo con parches porosos, pero sin tocar elementos estructurales al tuntún; y así hasta el infinito. Porque los gallegos le hemos dicho -mediante la oportuna extrapolación- que es, entre los existentes, el gobernante que más nos mola; que creemos que tiene los ajustes y los recortes bien enfocados, y que por nosotros no tenga cuidado, que, si hay que aguantar, aguantamos. Por eso Rajoy se debate ahora entre dos grandes opciones: seguir así o continuar como estamos.