Una reciente información de este periódico señala que muy cerca de cuatro mil personas han sido individualizadas a lo largo del 2012 por conducir automóviles bien con elevadas tasas de alcohol, bien por conducir pon el crédito de puntos del permiso agotado, bien por conducir careciendo de titulación. Por arte de la reforma del Código Penal de 1995, todos los conductores en cuestión son reos de delitos contra la seguridad del tráfico. Delincuencia blanda, tal vez, no delitos de sangre a falta de lesiones o daños a terceros, pero autoría de muy graves infracciones que crean un clima de evidente inseguridad. ¿Cuántos más, no individualizados, utilizan las carreteras gallegas?
¿Explicaciones? Tan abultada cifra de desobedientes para los que las normas carecen de sentido solo se entiende desde la aceptación del hecho del tráfico como una parte de la realidad social. Se hace imposible entonces un régimen de tráfico cabal en un clima de indigencia moral como el que vivimos, con el modelo añadido de una clase de administradores de la «cosa pública» que ofrece tan penosos ejemplos de probidad. Todo vale.