Sueldos y pensiones

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

27 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

S i lo llegamos a saber, si nos hubieran dicho la verdad, si no hubieran utilizado la zanahoria, no habríamos consentido formar parte de este circo.

Recomiendo repasar la obra de don Manuel Azaña. Sirve para entender lo que hoy pasa. Muestra al dirigente político de altura intelectual, o dicho de otra manera, no llegó a la política procedente de las juventudes de un partido político, en el que hacen méritos a base de fidelidades y de dejarse fotografiar tras el líder designado por la curia. Llegó de la élite cultural y aplicó sus conocimientos y experiencias al servicio de su país. «Hay pocos hombres que delante de la muchedumbre, halagándola, prometiéndole recompensas, sirviéndose de ellas y de todas las malas pasiones que la alientan, no se dejen llevar por el afán de poder», decía.

Lo de los dirigentes de ahora todavía es peor. Admiten que cobraron sobresueldos. Defienden con entereza tal escandaloso hecho. ¡Faltaría más! Mientras los empleados del sector público son sujetos del deber que impone un solo sueldo, amén de pérdidas en su poder adquisitivo, para hacer frente a la crisis, sus señorías, los llegados a la política a través de listas cerradas, controladas por las fontanerías de la partitocracia, quedan exentas de tal incompatibilidad, desde la cúspide, hasta Dios sabe dónde.

Me alegra haber vetado en el Parlamento vasco el intento de promover las pensiones para los cargos políticos. ¿Se acuerdan? Querían tener derecho a la pensión máxima, con la cotización mínima, eso sí, desde las Cámaras parlamentarias, que son las que legislan. Y tengo razones para estar aterrorizado. Están dándole vueltas a la fórmula que evite el gasto insostenible de las pensiones. No las de banqueros o directivos de grandes compañías. Se trata de recortar el poder adquisitivo de las clases populares y trabajadores de la clase media. No solo de los que aún trabajan y cotizan. Quieren recortar los derechos económicos de los ya pensionistas.

Todavía no se han enterado de que si no se trabaja, ni se produce, ni se cotiza, ni se consume. Es cuestión de ingresos para el Estado, mucho más que de gastos, que están en el límite de la sostenibilidad del Estado de derecho y social que ampara la Constitución. Los pensionistas son el colchón de la crisis. La casa del pensionista es la despensa del parado. Además, su derecho lo cotizaron a la Seguridad Social durante muchos años.