Si Merkel hubiera ganado en España

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

24 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Imagínense ustedes algo fácil: que las elecciones del domingo en Alemania se hubieran celebrado en España. Añadan algo más fácil todavía: que los resultados hubieran sido los mismos, con amplia victoria de un partido, seguido a distancia por el otro gran aspirante. Como el ganador no alcanzó la mayoría absoluta, pero se quedó muy cerca, ¿qué estaría haciendo en este momento? Quizá estaría pensando en proponer un acuerdo a algún minoritario; pero lo que nunca se le pasaría por la cabeza sería ofrecer una coalición al otro gran partido con el que acaba de competir. Si se le ocurriera, el otro gran partido le diría que se las apañe como pueda, pero que no cuente con él. España se dispondría a ser gobernada en minoría, y para hacerlo más presentable inventarían la «geometría variable», como la ensayada por Zapatero.

En Alemania ocurre todo lo contrario. Al faltar un socio natural para completar la mayoría, el ganador no tiene inconveniente para ofrecer un acuerdo al segundo partido. Lo primero que hizo Angela Merkel nada más levantarse después de la noche de su triunfo fue coger el teléfono y llamar a Sigmar Gabriel, presidente del SPD, para ofrecerle un pacto. Dentro de una semana, más o menos, empezarán las negociaciones, pero el pueblo alemán ya ha dicho en las encuestas que desea ese acuerdo y nadie se atreve a pensar que no será posible. Los socialdemócratas, aunque conserven un mal recuerdo de su anterior coalición y de cómo Mérkel se apropió de sus éxitos, no podrán negarse a colaborar.

¿Por qué esta diferencia entre Alemania y España? Porque los alemanes han sido formados en la cultura del pacto y los españoles nos hemos habituado a la cultura de la confrontación. Los alemanes han sabido unirse en una gran coalición cada vez que la nación lo necesitaba desde los tiempos de Adenauer, y la oposición española siempre ha sentido como primera necesidad derribar al Gobierno y deteriorar a su presidente. Y, finalmente, los alemanes están diciendo que necesitan un Gobierno fuerte, mientras que aquí, cuando necesitábamos fortaleza ante el hundimiento de la economía, un miembro del actual Gabinete decía: «Si España se hunde, ya vendremos nosotros a salvarla».

Ese es el contraste entre nuestros dos países y esa es la nueva lección que Alemania se dispone a darnos. No quiero pensar que los políticos alemanes tienen más amor a su patria que los españoles. No quiero suponer que a los partidos españoles les importa más el interés propio que el interés general de la nación, al revés de lo que aparentan los alemanes. No quiero pensar ni suponer nada, pero hemos de reconocer que los alemanes dan envidia cuando tratan de trabajar juntos. Hasta parecen más patriotas.