He sostenido, y sostengo, que Alberto Núñez Feijoo es el mejor presidente que ha gobernado la Xunta. No soy el único que lo piensa. También lo hacen la mayoría de los gallegos, según colijo de la encuesta que ayer publicó La Voz. Solo así se podrá entender que lloviendo como llueve el PP mantenga aún la mayoría absoluta. Nunca hemos padecido una crisis de tanto rigor y severidad, nunca su partido se ha visto afectado por tanto escándalo, nunca las circunstancias han sido tan adversas. Debo decir, también, que nunca Galicia ha tenido una oposición más vociferante y menos eficiente. El debate de la pasada semana así lo evidencia. Los intervinientes opositores, todos viejos conocidos de la política, se han enrocado en sus papeles, o sea, en sus errores. Por tal motivo, el más valorado tras Feijoo es un político inédito en lides autonómicas (Besteiro). Pero a usted, como a mí, lo que nos importa es la salud del país. No creo que Feijoo tenga otra vocación y oficio: Galicia. Y los que opinaron en la encuesta de ayer así lo certificaron. Su oposición es él mismo, no tiene otra. Por eso debo recordar la razón sobre la que Ortega y Gasset, con otros intelectos eximios, disertaba: la autoexigencia como indicio de categoría. Levantarse cada día queriendo ser mejor que el día anterior. En vista de los tiempos que corren, a Feijoo no le queda otra alternativa.