Se hace cansino escuchar los lamentos de los representantes del cine español. Este año el ritornello de su crisis se ha resumido en estos datos: la facturación cae un 15 % porque sigue disminuyendo el número de espectadores de las películas españolas, el paro crece un 12 %, se desploman los rodajes (129 en el 2012 y 92 en los nueve primeros meses del 2013) y baja el presupuesto por película.
Como esa vicisitud es cosa de antiguo, conviene que los afectados se pregunten por qué los españoles no ven películas españolas. Y rebuscando acaso den con la causa: 25 años sembrando con mediocres producciones, pocos actores buenos, lenguaje soez y guiones para meterse sistemáticamente con la mitad de la población.
Y, como el mejor recordatorio es la hemeroteca, desempolvemos lo que se publicó en el 2009: 100 películas producidas en los tres años anteriores no se habían estrenado o tuvieron menos de 100 espectadores y el presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España, en aquel entonces Pedro Pérez, dijo: «Sí, rotundamente sí. Se han hecho demasiadas películas el pasado año y el anterior y se continúan haciendo en este. No caben 173 películas en las salas». Y el presidente de la Asociación de Productores Independientes de Cataluña, Carles Josep Solsona, rubricó: «Tanta película no tiene salida».
Para explicar la razón de tanta película española que no se proyecta o que atrae a menos de 100 espectadores quizás hay que recordar el sistema de ayudas oficiales que rige desde 1999: ayuda del Gobierno central, ayuda de los Gobiernos autonómicos, ayuda, por obligación legal, de la televisión pública nacional, de las televisiones públicas autonómicas (13) y de las privadas. En el 2008 esta barra libre ascendió a 203 millones de euros. En España -añadía la información- «se tiene la sensación de que se hace cine como se cultiva el lino: para recaudar subvenciones aunque luego ni se recoja el lino ni se proyecten los filmes».
Francia, con 18 millones más de habitantes, produjo 145 películas en el 2008 y su cine recogió el 45,4 % de la taquilla. En España, las cifras fueron de 173 películas y 13,3 % de cuota. Y esta falta de sintonía con su propio público tampoco mejora en las exportaciones: a excepción de la coproducción Vicky Cristina Barcelona (de Woody Allen) y 18.ª en Francia, ninguna película española apareció entre las más taquilleras de otro país en el citado 2008.
Solsona decía que «el dinero público que se destina al cine debe tener algún retorno al ciudadano, bien a través del éxito popular de la proyección, bien a través del prestigio que esa película pueda dar al país. Si una película no cumple ninguno de los dos requisitos?».
Y para enseñar el percal el director Albert Serra afirmaba: «A mí me importan los espectadores bien poco. A mí me interesa la posteridad». ¿Qué cosecha esperan de este proceder y sistema?