Si uno acude a los pasillos del instituto compostelano Xelmírez I y escucha los comentarios del personal docente, Ángel Currás emerge como un buen compañero y un excelente profesor. Y si uno ha tenido la oportunidad de adentrarse en Raxoi y penetrar en algún determinado corro de ediles populares, ya exediles por la gracia de la justicia, se habrá dibujado un Currás con chupa de dómine, avieso y luciferino, que por salvar su piel de regidor ha abatanado las del prójimo.
Algo de eso se inyectó en su cuerpo al acceder a Raxoi, pero ni tanto ni tan calvo. Currás es un tipo normal que cambió la cátedra por el escaño y se dejó aprisionar por las malas artes de la Circe política, captadas por las cintas de las juezas Pilar de Lara y López Suevos. Y no sabe el favor que se ha hecho, o que le han hecho, liberándole de esas ataduras, porque iba a padecer un año insufrible y hacérselo padecer a la ciudad, víctima inocente del deplorable régimen municipal de los últimos tres años.
Lo que revelan las cintas pueden conducir a Currás a una condena, a la absolución o a la nada jurídica, pero han dejado un retrato muy poco edificante del hombre que recibió de Conde Roa el bastón para realzar Santiago y sin embargo cayó una y otra vez sobre el prestigio de la ciudad. La continuidad del regidor en calidad de imputado, tras esfumarse casi todo su equipo bajo el peso judicial, no haría otra cosa que mantener el rumbo hacia los roquedales que tomó el Concello compostelano desde el acceso de Conde Roa al sillón capitalino.
La ambición ciega y anubla la conciencia, y Currás solo ha percibido un rayo de lucidez cuando una buena porción de personajes representativos de Compostela le dijo, a través de las páginas de este medio, que tenía unos alumnos aguardándole en el Xelmírez y que hacía feo que siguiese en Raxoi. La ciudad se le había atragantado y supo al fin verlo, aleccionado por la hasta ahora alelada cúpula de su partido.
A Agustín Hernández, el hombre que negó tres y mil veces su destino en el Raxoi municipal, terminó cantándole por fin el gallo. Figuraba el último en la candidatura de Gerardo Conde y, como los últimos son los primeros, la lista dio la vuelta para situarle al frente del Concello. ¿Un lustro?