Durán y Mas: policía bueno y policía malo

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

18 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si tuviese que gestionar el puñetero y estúpido problema del independentismo, inventado por CiU y ERC a la medida de sus ambiciones e incompetencias, asumiría el coste de decirles que no, que ese proyecto no cabe en la realidad constitucional, social y económica de España. Y para darle virtualidad a ese no, respondería al deber de cumplir y hacer cumplir la ley mediante todas las formas que la propia ley establece. Pero, dado que asisto a este lamentable torneo en mi condición de ciudadano raso, que seguramente no va a perder nada en este envite, me limito a decir que los secesionistas de cartón piedra me aburren, que me parecen una clase política de lo más mediocre, y que lamento mucho que toda España -Cataluña incluida- haya caído en esta trampa de envites y azares tendida por la estupidez y la falta de ética política. Y si alguien lo ve de otra manera, que los defienda. El juego de los dos policías, el bueno y el malo, lo inventaron los Capuchinos, que cuando iban a las misiones rurales siempre se presentaban en estereotipada pareja: un fraile enjuto y con voz profunda, que hablaba del infierno, y un fraile orondo y risueño que repartía comprensión, humor y perdonanza en tercios equilibrados. Y de aquí debieron copiar Durán y Mas, cuya matraca, cada día más insoportable, aburrida y estúpida, trata de imponerse a los españoles -también a los catalanes- con la misma técnica de los Capuchinos. Primero viene Mas y amenaza con el apocalipsis. Y para justificar el infierno al que nos aboca, llama en su ayuda la justicia democrática, cuyos designios ?aunque sean demagógicos y peligrosos- son inapelables e inescrutables como los de Dios. «La democracia está por encima de las leyes», dice, y sobre ese mantra tan poco fundamentado y tan ostensiblemente mentiroso, está dispuesto a llevarnos al infierno. Pero después habla Durán, el bueniño, el empalagoso, el que nunca rompió un plato. Y con un discurso tan melifluo como aborrecible, nos quiere convencer de que su independentismo juega a favor de España, que su chantajismo sólo tiene la intención de reconducir a los malos al abandonado redil de la unidad, y que si no le damos lo que pide -es decir, un paripé de negociación con el Estado que le permita seguir chupando del bote durante otros treinta años- no tendrá más remedio que liar la manta a la cabeza y armar la marimorena. Por eso quiero que sepan ustedes dos cosas. Que la negociación, asumida bajo presión y chantaje, y presentada como una compensación temporal para evitar la ruptura, es una trampa saducea que el Gobierno tiene la obligación de conjurar. Y que, si tenemos que escoger compañeros para ir a hacer el imbécil al desierto, debemos preferir a Artur Mas y a Junqueras antes que a Durán. Porque nada produce más náuseas que el agua bendita tibia y administrada con pajita.