Martin Luther King, ¡nacionalista catalán!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

17 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El líder de ERC, Oriol Junqueras, justificaba el otro día su increíble llamada a la desobediencia civil frente al TCE que, en aplicación de la Constitución, parará en seco el ultimátum secesionista del nacionalismo catalán, echando mano de la figura de Martin Luther King, símbolo histórico de la lucha contra el odioso régimen de la segregación racial vigente en Norteamérica hasta que en 1964 se aprobó la Civil Rights Act.

La intención de Junqueras con esa tramposa referencia es tan evidente como desvergonzada e inmoral: de un lado, equiparar la situación de los catalanes en España con la que sufrían en EE.UU. los afroamericanos; de otro, utilizar tal obscenidad para legitimar la desobediencia a las leyes de un Estado democrático.

De la formidable envergadura de la manipulación a la que ha sido sometido por el nacionalismo un sector importante del pueblo catalán puede dar perfecta idea el hecho insólito de que un individuo como el líder de ERC pueda llegar a ser un día, según las encuestas más recientes, presidente de la Generalitat con el apoyo de parte de los votos del antes denominado nacionalismo moderado. ¡Inmenso Mas!

Y es que Junqueras, al parecer historiador, sabe bien que su equiparación entre catalanes en España y negros en Norteamérica constituye una mentira sideral, no por aviesa menos evidente, destinada a contribuir al proceso de manipulación social que he mencionado.

Bajo el ignominioso régimen de la segregación racial, los afroamericanos no existían como ciudadanos y estaban separados ¡por el color de su piel! en la mayor parte de los establecimientos públicos, incluidos escuelas y transportes. La situación era tan injusta e insoportable (¡los negros debían ceder en los transportes sus asientos a los blancos!) que la desobediencia civil fue la única salida contra ella. Pero King siempre se afirmó como norteamericano, como lo demuestran los numerosos actos en los que la bandera de las barras y estrellas puede verse junto a él.

¿Cabe en algún remoto punto asimilar esa infame situación con la de un pueblo que goza no solo de los plenos derechos civiles y políticos que nuestra Constitución garantiza a todos los españoles, sino además de una amplísima autonomía territorial -una de las mayores del planeta- que ha permitido al nacionalismo controlar durante casi cuatro décadas la mayor parte de los resortes de poder de Cataluña? No solo no se puede, sino que hacerlo es una indignidad, pues supone tomar a los ciudadanos por estúpidos.

Luther King un día tuvo un sueño («I have a dream?»). Junqueras, y quienes forman con él frente común, viven en un delirio que podría acabar siendo, si no lo evitamos entre todos, una auténtica pesadilla para un país que no se merece la inmensa ingratitud de quienes tienen más que nadie y exigen, pese a ello, más que nadie.