David Cameron descubre el Mediterráneo

OPINIÓN

20 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Los secesionistas del sur (CiU, PNV, ERC, BNG y Bildu), que tanto añoran y admiran un referendo que les deje como están, también podrían observar que David Cameron acaba de descubrir dos mediterráneos que entre nosotros ya huelen a viejos, y que «la España de charanga y pandereta,/ cerrado y sacristía,/ devota de Frascuelo y de María», no llega siempre tarde a todos los fregados.

Porque no deja de ser curioso que las impresionantes conclusiones a las que ha llegado la casta de Westminster sean estas: que hay que darle a Escocia un estatuto de poder parecido al de Cataluña, aunque mucho más moderado en cuanto a competencias e instituciones; y que, si se emprende el camino de una descentralización efectiva -autonómica o federal-, no quedará más remedio que servir café para todos, y que lo que Escocia solicita como derecho y privilegio ha de llegar también -para que el pacto sea posible- a Gales, Irlanda del Norte y al mismísimo Londres, que pronto pedirá su Esperanza Aguirre.

¡Impresionante! Trescientos años de Reino Unido sin apenas descentralizar nada. Gravísimos conflictos con Irlanda, independizada tras la Primera Guerra Mundial, para acabar racaneándole un trocito de isla a la que no le reconocen derechos de consulta ni rabos de gaita. Mucha flema, y transversalidad a esgalla, para ser el único Estado de Europa que mantiene un conflicto religioso explícito. Un Estado moderno donde los haya, que une en su Corona, sacralizada, las jefaturas de la Iglesia y el Estado. Y sesenta años sembrando euroescepticismo y vientos de secesión en el seno de la UE, para concluir ahora que «better together», y que lo que más mola es una legalidad como la nuestra, descentralizada, laica, con capacidad para ningunear a todos los papas, y sin ningún conflicto enquistado entre gentes que hablan cuatro idiomas distintos pero se entienden todos con uno solo. Es lo que se llama descubrir el Mediterráneo, aunque nuestros espabilados nacionalistas crean que somos nosotros los que estamos descubriendo el Canal de la Mancha.

¡Pero no me entiendan mal! Porque soy un sincero admirador de la cultura política y la solera democrática anglosajona, y de los benditos sistemas democráticos, marca Westminster, que hemos importado de allí. A quien yo denuesto es a este alumnado que le ha salido por aquí, que, preso de su acendrada devoción por Cameron, está aprendiendo lo que ya sabíamos, reivindicando en Edimburgo lo que ya tenemos, y haciendo el papanatas -con autoflagelación incluida- para convencer al mundo de que mientras toda Europa es un pastel de trufas recién horneado, nosotros somos un cocido de garbanzos al que le faltan un hervor.

Porque lo que me fastidia de los secesionistas no es que se independicen comme il faut, sino que me den lecciones y consejos preñados de estulticia y mala fe.