Si no es un premio o una recompensa ¿cómo se puede calificar la poltrona de oro que el PPdeG le ha preparado a Ángel Currás para que deje de incomodar a Agustín Hernández con su imputada presencia en el Concello de Santiago? Más atinadamente, hablemos de la compra de su acta de concejal con la suculenta nómina de la delegación en Galicia del grupo empresarial estatal Tragsa. Cuando arrecia el asqueo ciudadano ante tanta corrupción, quienes declaman cara a la galería palabras como regeneración democrática pretenden sacar destellos al nuevo gobierno local lavando los restos de suciedad con el agua putrefacta del pago de favores políticos a muy alto precio (público, por supuesto) para que unos y otros se perpetúen en el poder. Currás rehusó la muy digna salida del regreso a su cátedra de instituto. Hernández se echa encima la primera mancha de un mandato que pretendía impoluto.