Aquel prado del abuelo, sin transgénicos

Xavier Lombardero TIRAR DO PAU

OPINIÓN

24 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

De vuelta en la oficina, he dejado a las margaritas adornando los campos otoñales. Menudo tiempo loco. Las flores ya no saben cuándo brotar ni las abejas controlan el momento de ponerse a la faena. Entre eso y todas las pestes que se han ido acumulando en los prados, más los herbicidas de las cunetas, andan locas las pobres. Esto es insostenible, me espeta el apicultor Asorey. La agricultura se mueve a golpe de subvención y de químicos, y las bichas están al acecho.

Yo recuerdo el único trobo del abuelo, bien colocado al solecito de la cortiña, abrigado del viento y sellado con simple bula de vaca. Aquel panal de miel era como un tesoro, producto del tapiz de flores que hace 40 años era Galicia. Las exóticas malas hierbas podían vivir y los insectos naranjas pasaban el estío copulando de flor en flor. Hace mucho que no los veo. Ahora todo es monocromo. Dicen que incluso ha aparecido polen transgénico en la miel gallega. Lo descubrió un laboratorio alemán en una partida que salió de la comarca de Silleda y era maíz BT, autorizado. Por eso no lo echaron para atrás como sí hicieron con miel andaluza. Los transgénicos están entre nosotros y a los alemanes les gusta comer ecológico, aunque fabriquen mucho pesticida. Lo controlan todo.

Como la miel gallega les pirra, se llevan más de 200 toneladas al año pero de seguir así, a saber dentro de poco. Blanca Ruibal, de Amigos de la Tierra, me habla del silencio oficial, de una falta de transparencia poco o nada legal sobre estos asuntos. ¿Cuánto hay? «El ministerio pregunta cuántas semillas transgénicas se venden en las comunidades, pero luego vemos que donde deberían haberse cultivado muchas hectáreas, no hay tantas, y en lugares donde no habría, sí aparecen...».

Según datos recopilados por Greenpeace el pasado año, en Galicia se plantaron seis hectáreas de maíz transgénico, del mismo que se hacen los piensos que comen a diario nuestras vacas. El sabor de la miel es de los pocos que aún me devuelven al prado del abuelo. Desearía que no lo contaminasen.