Me da igual que las carreras se estructuren en tres o veinte años, porque la Universidad está muerta. No solo en España. Pero aquí, además, se comporta como un agujero negro que succiona, para nada, ingentes recursos. Eso sí, preferiría que Wert no enredara con tonterías y, si quiere hacer algo valioso, que empiece por replantear el modelo entero: el que sustituirá la Universidad dentro de unos años.
La Universidad ha perdido el norte tanto en sus contenidos como en su estilo. En los contenidos, porque ha abandonado las humanidades y la ciencia (la teoría) en favor de la mera técnica (la práctica), de modo que se ha convertido en una especie de formación profesional de menos calidad que la auténtica formación profesional. En el estilo, porque se ha politizado: lo que prima, entre los profesores, no es la discusión educada en torno al conocimiento o la verdad, sino el control de parcelas de poder a menudo ridículas. Y ni a los alumnos ni a los profesores les quedan horas, entre tanto trabajito absurdo y tantas clases, para gastar una tarde en el bar discutiendo. Del tiempo para leer y estudiar, ni hablamos.
Consecuencias: de jardín de la libertad del pensamiento y la originalidad, ha devenido en labrantío obtuso y violento del discurso dominante, que luego se traslada sin crítica -la Universidad era el lugar de la crítica- al resto de la sociedad. La investigación se desarrolla cada vez más en empresas o instituciones no universitarias. Y hay que cambiar los planes de estudios cada poco -con los mismos profesores, claro-, porque, como las técnicas envejecen deprisa, la universidad siempre va por detrás. Piensan que consiste en eso «acercarse al mercado laboral».