¿Para qué sirve nuestra autonomía?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

10 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo serias dudas de que la economía española se halle en franca rehabilitación y sin riesgo de recaída. Las secuelas de la crisis y de la terapia aplicada para hacerle frente permanecerán largo tiempo entre nosotros. Pero esas dudas, que surgen al observar lo que sucede más allá de O Cebreiro y del Candán, se transforman en certeza al examinar lo que acontece de puertas adentro: Galicia continúa en la uci y en estado crítico. La economía gallega sigue empantanada o, como mucho, arrastra sus huesos maltrechos por el furgón de cola. Y no lo digo yo, quizá sospechoso de aviesas intenciones políticas, sino la letra pequeña de los certificados que blande Rajoy en su afán por demostrar que la recuperación avanza.

Siete calas, todas con sello oficial, corroboran lo dicho. Uno: la economía española creció un 1,4 % el año pasado; la economía gallega, a falta de consumo privado y retroceso del consumo público, se estancó en el 0,4 %. Dos: en España se crearon 433.900 empleos -de aquella manera- y en Galicia se destruyeron 2.200. Tres: Galicia, a la par que el País Vasco, fue la comunidad autónoma donde menos aumentó la afiliación a la Seguridad Social y donde el número de cotizantes se desliza cuesta abajo desde hace ocho meses. Cuatro: la producción industrial disminuyó un 2 % en España y más del doble -un 4,9 %- en Galicia. Cinco: en España se incrementó un 0,8 % la creación de sociedades mercantiles y en Galicia descendió un 0,2 %. Seis: las exportaciones españolas se acrecentaron un 1,8 % y las gallegas menguaron un 5 %. Siete: la compraventa de viviendas creció un 9,6 % en España y se redujo un 7,3 % en Galicia.

Datos alarmantes y silencio escandaloso en los despachos del poder autonómico y anexos. Desconozco si la Xunta no responde o la oposición no pregunta, pero nadie parece interesado en airear nuestras miserias, tal vez porque nadie tiene pajolera idea de cómo se pueden superar. Lo curioso es que, anticipándose al reconocimiento de aquellas eivas, antes de que Núñez Feijoo asuma el «Houston, tenemos un problema», ya existe un coro de economistas y politólogos prestos a eximirlo de toda responsabilidad: ni el presidente generó el problema ni dispone de herramientas para solucionarlo.

Reconozcamos que los cancerberos de San Caetano, celosos protectores de los inquilinos actuales y látigo inmisericorde de los anteriores, tienen algo de razón. En un marco de soberanía compartida entre el poder de los mercados financieros, por una parte, y el triángulo Bruselas-Madrid-Santiago, por otro lado, el papel del Gobierno gallego queda diluido. Algo de verdad contiene el argumento para exonerar al presidente, pero ni una brizna de lógica. Porque, vamos a ver: si la Xunta nada puede hacer, está de más. Y si puede hacer y no lo hace, también está de más. Sobra en ambos casos. Si las instituciones autonómicas ni siquiera nos pueden prestar cuidados paliativos, ¿para qué sirven? Cerremos, pues, el chiringuito y apuntémonos a la austeridad.