Recursos sanitarios y responsabilidad política

Javier Martínez Pérez-Mendaña FIRMA INVITADA

OPINIÓN

15 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres determinantes caracterizan la medicina actual: eficacia, elevadísimo coste y demanda incesante. El aumento de la esperanza y de la calidad de vida, la disminución de la mortalidad infantil y por enfermedades cardiovasculares y muchos más ejemplos certifican la eficacia. Durante más de dos décadas el coste sanitario no ha dejado de crecer, llegando a representar el 50% del presupuesto total autonómico, obligando a las consejerías de Sanidad a emitir deuda para poder financiarse. Los economistas y los gestores conocían la gravedad de la situación que la actual crisis económica puso de manifiesto con la máxima crudeza.

De forma simultánea, el incremento de la demanda ciudadana ha sido incesante lo cual no deja de ser paradójico, porque si tenemos más salud y vivimos más deberíamos de demandar menos. Esta extraña coincidencia de que cuanto mejor es la asistencia se produce más demanda es una constante en todos los países desarrollados, evolucionando ambos parámetros en rumbo de colisión.

La Unidad de Hemodinámica del Hospital Lucus Augusti está siendo motivo de debate por la imposición del horario de 8 a 15 horas por parte de la administración sanitaria y la solicitud de horario ininterrumpido. El enfrentamiento entre las autoridades locales y provinciales con la administración sanitaria ha llegado al extremo de que la Diputación y el Ayuntamiento de Lugo hayan calificado a la Conselleira de Sanidade «persona non grata».

Ni existe ningún modelo de salud que garantice una asistencia sanitaria ilimitada, ni todo deseo o comodidad asistencial es una necesidad médica o un derecho de los usuarios. Por ello, es responsabilidad de cualquier administración sanitaria establecer y aplicar criterios de distribución para garantizar un sistema de salud justo que asegure la atención universal de todos los usuarios con calidad, seguridad y eficacia.

Hay datos suficientes para decir con rotundidad que el horario de 8 a 15 horas no supone, de ninguna manera, abandono ni falta de equidad en la asistencia.

Nunca es exigible en justicia lo que no tenga probada eficacia y seguridad por lo que la medicina de complacencia debe ser denostada y las administraciones sanitarias están obligadas a establecer criterios racionales para eliminar lo que es injusto gastar.

En la conferencia que sobre «Justicia y salud» pronunció en la Fundación Paideia de A Coruña el profesor Diego Gracia (bioético de prestigio internacional) el pasado mes de febrero se refirió a la tiranía de los valores. «Hoy existe la tiranía del valor de la salud y del bienestar, por lo que deberá ser gestionada con suma prudencia», de forma justa, que literalmente significa «lo correcto». «No solo es importante saber lo que se gasta sino para que sirve lo que se ha gastado» (Vicente Ortún).

Estoy convencido de que la mayoría de los políticos, desde el gobierno o desde la oposición, intentan buscar lo mejor para los ciudadanos, pero en ocasiones, por exceso de celo o por haber sido intencionadamente mal informados, pueden llegar a tomar decisiones innecesarias o poco eficientes.

En Galicia y en el resto de España deberán ser adoptadas todavía medidas impopulares como es la ubicación geográfica de determinadas actividades sanitarias que por su escasa frecuencia y complejidad solo se deberían de realizar en unos pocos hospitales.

La proximidad en estos casos está reñida con la seguridad y la eficiencia, por lo que sería ideal que estas y otras decisiones solo se pudiesen adoptar tras una deliberación informada y se realizaran de forma pactada por todos los grupos políticos por el bien de la asistencia sanitaria pública.