Final del túnel: mediocridad

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

09 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Al fin, tras siete años interminables, el escenario económico del mundo desarrollado parece despejarse. No hay ya, salvo accidente, nuevas recesiones a la vista y la coyuntura financiera en el corto plazo es estable. Sin embargo, lo que se puede adivinar para el inmediato futuro -el de los próximos cinco o siete años- no son precisamente fulgurantes neones, sino una mezcla de crecimiento lento, desigualdades rampantes y persistencia de altos niveles de deuda. Todo ello con un trasfondo de malestar social e incertidumbre política. Los anglosajones llaman a ese panorama The New Normal, pero quizá le iría mejor la expresión «nueva mediocridad».

Hace algo más de un año comenzó a circular en los ambientes académicos más sofisticados el argumento del «estancamiento secular». En los términos técnicos más simples, se podría definir como aquella situación prolongada en la que los tipos de interés reales han de ser negativos (en un 2 o 3 %) para equilibrar ahorro e inversión, de modo que se pueda alcanzar el pleno empleo. Traducido: un largo período en el que por razones estructurales existe crecimiento pero este es muy bajo e insuficiente para crear empleo y absorber las deudas.

Muchos autores de primera fila se han apuntado a este argumento en los últimos meses, pensando sobre todo en Europa. Eso sí, hay importantes discrepancias en cuanto a sus causas: mientras unos apuntan a una insuficiencia crónica de la demanda, otros señalan la demografía adversa, un progresivo agotamiento de las ganancias de productividad asociadas a la tecnología o el impacto de la propia desigualdad.

La novedad está en que algunos de los principales organismos internacionales se están sumando a esta tesis. Acaba de hacerlo el FMI, que al presentar su documento más importante (Perspectivas de la economía mundial, 2015) constata que el crecimiento potencial de la poscrisis se mantendrá claramente por debajo del que había antes del 2008, debido sobre todo a «la falta de vigor de la inversión empresarial».

Es verdad que, contra lo que creía el personaje de Diderot Jacques el Fatalista, el futuro no está escrito en el cielo. Pero no estaría mal que nos fuéramos pertrechando ante la posibilidad muy real de un largo estancamiento.