La encíclica «Laudato Si»: mil elogios, un pero

Xosé Luis Barreiro Rivas
Xosé Luis Barreiro Rivas A TORRE VIXÍA

OPINIÓN

22 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque otros papas ya habían afrontado el problema ecológico como contexto para la paz, la lucha contra el hambre, la sostenibilidad del desarrollo y la equidad de las relaciones internacionales, es en la encíclica Laudato Si donde la Iglesia Católica se alinea con las corrientes científicas más fundamentadas, y con todos los enfoques politológicos que ven en el desarrollo sostenible un paradigma para el estudio del gobierno y de las políticas de bienestar. La «defensa de la casa común», que entre los cristianos tiene valiosos antecedentes, es elevada por Francisco a la categoría de deber moral para con Dios y los hombres, por lo que la idea de un mundo sostenible pasa a ser tan vertebral, universal e imperativa como la paz, la igualdad, la dignidad y la distribución de la riqueza. El cambio que el papa Francisco quiso dar a su pontificado se nota también, más allá de sus ideas sustantivas, en la redacción y distribución de esta Encíclica, que, escrita en castellano, y titulada con palabras de Francisco de Asís en italiano, tuvo gran eco en las redes sociales, fue reenviada por las diócesis a nuestros correos personales, y está siendo presentada al público -hoy mismo, a las 18.30, en San Martiño Pinario- por teólogos y científicos. No caeré en la soberbia de despachar la inmensidad de este texto -que aún estoy leyendo- en un artículo. Pero puedo adelantarles que, entre los mil elogios que ya le debo, se me ha colado un pero -ya reiterado- que algún papa debería restañar cuanto antes.

Porque, dado que la sostenibilidad depende de los marcos políticos y económicos, como el propio Francisco reconoce, no es posible ahondar en los planteamientos y soluciones del problema si no se apuesta por modelos productivos justos y suficientes y por una democracia avanzada y global. Sorprende mucho que entre las 41.978 palabras que tiene la Encíclica, el término democracia -si he de hacerle caso al buscador- no figuran ni una vez. Y por eso no entiendo qué vía se quiere tomar para que la doctrina de la encíclica pueda pasar, en horas -o siglos- 24, «de las musas al teatro». A los católicos nos falta una Encíclica -la Libertas filiorum Dei, por ejemplo- que reconozca la intrínseca necesidad y moralidad de la democracia, y que, en lógica consecuencia, enfrente a los fieles y jerarquías con todas las dictaduras y las democracias simuladas. Y no es nada tranquilizador que este Papa, en esta encíclica, tampoco haya percibido la deuda que tenemos los cristianos con el único modelo de poder que puede considerarse intrínsecamente bueno y digno.

Alguien dirá que el Papa no hace política. Pero yo le responderé que, si es así, tampoco puede hacer ecología, porque, si no se habla de lo más, es muy estéril hablar de lo menos. Y creo que el santo de Asís, si viviese hoy, me daría la razón.