¿Leyenda negra?

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

24 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La afirmación es vieja, lo sé, pero la traigo a colación porque he vuelto a escucharla hace unos días en un programa televisivo: «Los mayores propagadores de nuestra leyenda negra hemos sido los españoles». Algo similar decía hace ya muchos años un profesor que tuve en Ciencias Políticas: «El colonialismo anglosajón, el japonés o incluso el belga fueron mucho más inhumanos que el nuestro». Un día de 1998 un simpático dirigente filipino me dijo en Madrid que, tras observar el desapego con que hablábamos de lo nuestro, «los habitantes de España podían llamarse antiespañoles». Y yo he sospechado más de una vez que estos singulares opinantes pudieran tener razón. Han tenido que llegar las vacaciones de verano para que todos hayamos podido ver una España llena de españoles que cantaban las bellezas de su patria y decían amarla y admirarla con incontenible entusiasmo. Pero, pasados los calores estivales, volveremos al desapego y la reticencia. Y entonces recordaré de nuevo una frase del profesor de Políticas antes aludido: «Si otros países tuviesen nuestro pasado duplicarían sus clases de Historia. Aquí reducimos a breves resúmenes lo que es grande de verdad». Y no solo esto. Con el Estado de las Autonomías hemos ido despedazando la propia Historia para que cada comunidad se haga una a su medida, potenciando los hechos y los valores diferenciales. Así, en Cataluña, el Ayuntamiento de Montblanc (Tarragona) ha financiado un Congreso que reclama el origen catalán de muchos grandes de la Historia de España. En la lista figuran Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Teresa de Ávila, etcétera. Con razón la convocatoria se hizo bajo el título de II Universitat Nova Història, cuyo objeto era debatir la presunta manipulación de España. O la apropiación indebida. ¿Acaso no eran también catalanes Juan de la Cosa, Americo Vespucci, Hernán Cortés y Bartolomé de las Casas, solo para empezar a citar? Nos lo estamos poniendo difícil (sobre todo a las nuevas generaciones). Porque el resultado puede ser un galimatías que haga buena la frase del amigo filipino: «Los habitantes de España podían llamarse antiespañoles». Tal vez en esto sí haya acuerdo.