Las cuentas de la lechera

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

01 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Sabíamos que los Presupuestos del Estado suelen ser una doble carta de intenciones: una estimación más o menos sensata de los ingresos previsibles y una prolija enumeración de los gastos que pretende realizar el Gobierno. Ambas vertientes presentan, no obstante, dos acusadas diferencias. Los ingresos serán o no serán, dependiendo, entre otros factores, de cómo evolucione la actividad económica. Los gastos, sin embargo, quedan autorizados por ley, haya o no haya dinero en caja para sufragarlos: si lo hay, miel sobre hojuelas; si no lo hay, más déficit y más deuda.

Así era hasta ahora, pero el Gobierno de Mariano Rajoy acaba de inaugurar otra versión de las cuentas públicas: el Presupuesto-programa electoral. Consiste en colocar en un platillo de la balanza aquel gasto que, como dulce melodía, embelesa al ciudadano. Y en el otro, una versión moderna del milagro de los panes y los peces: bajada de impuestos -otra sintonía grata al oído del elector- y, no obstante, incremento de la recaudación. Con esos mimbres teje Montoro el cesto para la pesca de la trucha. Las urnas pronto nos dirán si el artilugio funciona con eficacia en el caladero del voto, pero la técnica no parece excesivamente sofisticada: la aplicó -bien es cierto que con resultados catastróficos- la lechera del cuento. Se trata de fijar una cascada de condiciones y presuponer que se cumplirán todas ellas. Y cuando eso no basta, se infla el globo de este o aquel ingreso y santas pascuas. Veamos una pequeña muestra del uso y abuso de la conjunción condicional.

Si el precio del petróleo y las materias primas sigue cayendo, si el Banco Central Europeo continúa inyectando dinero, si prosigue la devaluación del euro y si la tormenta china no rebosa el vaso, la economía española crecerá el año próximo un 3 %, el empleo, en idéntico porcentaje, y las exportaciones, un 6 %. Si este año la recaudación del Estado alcanza la cifra prevista, en el 2016 los ingresos aumentarán un 6,2 % adicional, duplicando el incremento del PIB. Si los ingresos suben un 6,2 %, Rajoy gana las elecciones y su palabra recobra la solvencia perdida, el impuesto sobre la renta bajará de nuevo en el 2016. Si la tasa de paro cae tres puntos, si continuamos podando las prestaciones por desempleo y si los intereses de la deuda no aumentan, ahorraremos 7.500 millones de euros y los gastos del Estado menguarán un 0,3 %. Si el gasto en desempleo no lo consideramos gasto social, el gasto social crecerá un 3,8 %. Si los ingresos por cuotas a la Seguridad Social suben un 6,5 % (sic) y el gasto en pensiones solo un 2,8 %, ¿quién habló de crisis en el sistema? Si el Estado consigue vivir de acuerdo con sus posibilidades y obtener superávit primario en el 2016 -el último, diez años antes-, la montaña de deuda pública se achicará en términos relativos.

En definitiva, como apuntaba un difunto poeta francés que probablemente sirvió de inspiración a Cristóbal Montoro, «si tú me amaras y yo te amase, ¡cómo nos amaríamos!».