Una o dos veces al año llega ese momento en el que toca explicar lo de los peajes. Contarle a un colega catalán o a un amigo madrileño que en Galicia se sufren. Es entonces cuando se rescata el edificante relato de cómo viajar de Ferrol a Vigo en coche sin penar en procesión. Pero ahora, para ilustrar el tema, es posible actualizar la literatura con un episodio más fresco y más chusco. Arteixo, con uno de los principales polígonos industriales de Galicia, tiene su camisita, su canesú y su peaje en la AG-55. Pero se ha construido un bypass para que ese pago que persigue al resto de los mortales no perturbe la actividad del puerto exterior. Interés general. Las obras que garantizan esta diferencia han costado millones de euros a las arcas públicas (22, según el alcalde de Arteixo). Las aguas del mar Rojo se separan solo para algunos.
Pero para el puerto exterior se separarán las aguas del Mar Rojo.
Frank Capra dirigió a principios de los años cuarenta una película pequeñita que bebía de una obra de teatro. Cary Grant visitaba a unas tías y se encontraba un cadáver en un arcón. Ellas confesaban que mataban a hombres solitarios para evitar su sufrimiento. Les ponían veneno en el vino y aprovechaban la locura de un sobrino que se creía Theodore Roosevelt para enterrar los cuerpos en el sótano. El improvisado sepulturero creía que trabajaba en el canal de Panamá y que los muertos eran víctimas de la fiebre amarilla. El título del largometraje viene muy a cuento. Arsénico por compasión. Es lo que parece que les toca a los pobres mortales que no tengan grandes intereses generales ni particulares. Mientras, unos cuantos se escabullen por canales de Panamá. Y otros salvan la cartera por carriles paralelos.