Llenar el tiempo perdido

Erika Jaráiz Gulías
Erika Jaráiz Gulías PROFESORA TITULAR Y MIEMBRO DEL EQUIPO DE INVESTIGACIONES POLÍTICAS DE LA USC.

OPINIÓN

JUAN MEDINA | REUTERS

27 sep 2023 . Actualizado a las 09:01 h.

No cabía otra forma de empezar, Feijoo usó toda la primera parte de su intervención contra los separatistas, contra los independentistas, contra los condenados que entraron en las listas de Bildu, contra el partido socialista actual, y siempre contra Sánchez, que estaba y está en todos ellos.

Después anunció que no pagaría el precio de ser presidente, aunque lo tenía a su alcance. «No acepto pagar el precio que me piden», dijo, y así, eligió aceptar la negociación con Junts antes que mostrar su soledad en el contexto político español. Pero no era cierto, la verdad es que no había ninguna forma de que las pretensiones nacionalistas y las de Vox encajasen en ningún metaverso posible, y Feijoo lo sabía el 23 de julio, y lo supo durante todo este mes perdido.

Se declaró harto de etiquetas, pero las usó todas, en un discurso lleno de clichés, desesperado en el contenido y radical en la forma, desorientado en los principios y omnívoro en las políticas, un discurso con retales para todos pero que no le compró nadie. Ni siquiera su socio Abascal, con el que se sintió incómodo, dudando cada palabra, tratando de no molestar, hasta tal punto que el de Vox no se cortó en decirle que no se preocupara por ofenderle, que los de Vox, tenían la lengua afilada pero la piel gruesa, y que iban a votarle les dijera lo que les dijera, porque en el fondo, no votaban por él, sino que votaban contra Sánchez.

No le gustó nada la intervención del portavoz de los socialistas, el exalcalde de Valladolid, al que, a pesar de encabezar la lista más votada, el PP y Vox desalojaron de la alcaldía, porque era el reflejo de su contradicción, la aceptación de la democracia parlamentaria, los parámetros constitucionales que no le gustan a Feijoo, que llegó a culpar a Vox de no conseguir la mayoría absoluta.

Con cierta falta de cortesía parlamentaria ni Sánchez ni Díaz respondieran al discurso de Feijoo, pero ya no estaba el horno para bollos, su ausencia fijó más la mirada en Feijoo, lo hizo más protagonista, y también lo dejo más expuesto.

Marta Lois, le explicó que la igualdad no es uniformidad, que debía leer un poco más, pero también le apuntó sobre mayorías y minorías parlamentarias, sobre falacias y mentiras, y Feijoo sacó toda la artillería contra Sumar, contra su jefa de filas y contra ella. Aunque tuvo que digerir la réplica de Sumar, en boca de Enrique Santiago, sobre las amnistías y los indultos de Aznar y Rajoy, a quién y a cuántos habían beneficiado dichas medidas de gracia.

Una larga e inútil liturgia que podría evitarse si el rey hubiera propuesto al que tuviera mayores probabilidades de ser votado, y si todos los grupos le hubieran transmitido al rey sus posibles opciones.

A todos y todas se les llenó la boca hablando de democracia, en una exhibición de ausencia de procedimientos institucionales y de renuncia a los contenidos deliberativos e inclusivos de la propia democracia, eso sí, llenando el tiempo perdido.