El fuego del infierno

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Jorge Gil | EUROPAPRESS

26 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Muy atrás en nuestra historia contemporánea han quedado los incendios bíblicos de Londres, de Lisboa, que arrasaban las casas con la misma ira que arrojaba Yahveh contra Sodoma. Desde entonces, a veces, arden todavía casas, pero el fuego grande se mantuvo en el campo, donde por tradición —yo lo recuerdo en mi infancia en una inmensa finca de Soto de Cerrato— se provocaban incendios tras la siega para limpiar la tierra y mantenerla fértil. En Portugal y en Inglaterra, desde entonces, los bomberos son como la guardia real, con sus carrozas y sus correajes, con sus cascos de Darth Vader, y mantienen museos que visitan los turistas con asombro y admiración. En la literatura hay dos incendios que a mí han alcanzado a quemarme las pestañas. Uno es aquel en el que Alejandra Vidal, la protagonista de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, mata a su padre ciego y prende fuego al mirador de Villa Devoto, donde se encierra para inmolarse. El otro, ustedes lo han vivido igual que yo en la película de Sydney Pollack, es el del cafetal de Karen Blixen en los altos de Nairobi, junto a las colinas del Ngong, que provoca su retorno a Dinamarca.

El incendio de Valencia es espantoso, como el Armagedón o el Big One, que dicen los californianos, ese gran terremoto que está por llegar. Pero el incendio de Valencia es para el que se han estado preparando durante decenios bomberos, arquitectos, funcionarios y constructores. Ahora ha llegado el momento de rendir cuentas ante el iracundo Yahveh. Y ante la ley.