
El colectivo que apoya a esta residencia busca nuevos colaboradores
09 jun 2013 . Actualizado a las 07:20 h.Las dificultades económicas no son algo nuevo para muchos ourensanos y tampoco para algunas entidades sociales que, incluso en época de bonanza, han pasado por situaciones de extrema dificultad. Es el caso del asilo de ancianos San José, ubicado en la zona de Rairo. La historia de este centro residencial, pensado para acoger y atender a los mayores que no disponían de recursos familiares ni económicos para pasar esta última etapa de la vida, estuvo ligada desde siempre a la precariedad económica.
Pero a este asilo, atendido por la congregación Hermanas de los Ancianos Desamparados desde 1880, le apareció a mediados del siglo XX una aliada incansable: Raquel Santamarina.
Esta ourensana promovió multitud de iniciativas destinadas a recaudar fondos para mejorar las condiciones de vida de los ancianos, empujó el proyecto del nuevo edificio que hoy ocupan, organizó un equipo de voluntarios que ayudaban en algunas tareas a las monjas y creó la Asociación Amigos del Asilo con el objetivo de que esa solidaridad con la labor asistencial de la congregación perdurase.
Su nieto, José Hernández Abellás, que se involucró también desde muy joven en el proyecto, recogió el testigo de la presidencia con la misma ilusión y muchas ideas. «No pretendo sustituir a quien fue el alma y motor de todo, solo continuar su legado» decía entonces.
Pero la crisis global ha rebajado notablemente la implicación y la huella de la asociación en el día a día del asilo y paralelamente las expectativas del nuevo presidente. «Nuestra entidad no tiene cuotas de socios; cada uno ayuda en lo que puede cuando organizamos actividades como en Navidad o Reyes o si nos proponemos hacer alguna excursión o necesitamos una ayuda puntual nos movilizamos para conseguirla; pero el asilo está cayendo en la invisibilización», reconoce.
El presidente de la entidad asume que parte de esa invisibilidad viene derivada por la actuación más discreta del colectivo «porque no tenemos ninguna ayuda exterior y la gente del colectivo tiene ahora más problemas que quizá no tenía hace unos año».
En la actualidad la asociación mueve entre 30 y 50 voluntarios, dependiendo también de la época del año «porque muchos viven fuera», señala el responsable. Este es el motivo por el que el principal objetivo a medio plazo es volver a involucrar a los ourensanos en el proyecto creado por Raquel Santamarina.
No es tarea fácil. El hecho de que la residencia quede alejada del centro neurálgico de la ciudad y que el foco de la solidaridad tenga ahora muchos más frentes abiertos que requieren el apoyo de los ciudadanos también juega en contra En el asilo viven 225 ancianos, en su mayoría con pensiones mínimas no contributivas y los más afortunados con la agraria.