Su carrera ha estado vinculada a la docencia, como profesora de Filosofía
14 nov 2014 . Actualizado a las 12:17 h.La decisión de estudiar Filosofía le permitió, con 18 años, irse a estudiar una carrera lejos de casa, un lujo al que siempre han aspirado los jóvenes. Además, terminó por abrirle las puertas de un futuro laboral vinculado a la docencia y, con ella, a la Universidad Laboral de Ourense, una institución que Eugenia Viéitez Pérez vio nacer y en la que ha permanecido hasta su jubilación.
Antes de recalar allí, Geni, como la conocen sus amigos y sus alumnos -muchos en ambos casos- ya había emprendido otras aventuras. «Al acabar la carrera universitaria decidí emprender otra, que fue la del matrimonio», recuerda ahora, bromeando con que «me suicidé con 22 años». Uno después comenzó a buscar trabajo y encontró una oportunidad para entrar como docente en Josefinas, aunque la plaza de su especialidad estaba ocupada. «Daba Geografía, Francés, Lengua, un montón de cosas a niñas pequeñas que me llamaban señorita... la verdad es que estaba un poco perdida, pero me gustaba», asegura.
Su segundo destino fue el colegio Padre Feijoo Zorelle, donde sí pudo empezar a impartir Filosofía, hasta que, en 1974, una amiga le contó que se iba a inaugurar en la ciudad una Universidad Laboral y solicitó una plaza. «A ella no le tocó, y a mí de chiripa, en la segunda hornada. Tuvieron que ampliar plantilla porque tenían muchas solicitudes, así que me llamaron». Era el año 75, un mes antes de la muerte de Franco, cuando llegó al instituto, y aquello le cambió la vida. «Era algo único. Las universidades laborales habían sido un reducto del viejo sistema, las había fundado un ministro de Trabajo de Franco, emulando unas universidades de trabajo que había en Bélgica, e hizo monumentos maravillosos. La de Gijón era de tal calibre que los establos de las vacas tenían el suelo de mármol, lo que hacía que los animales patinasen, por lo que tuvieron que cubrirlo con cemento», cuenta Eugenia a carcajadas.
La de Ourense fue la penúltima que se abrió en España, en un edificio construido por el arquitecto Julio Cano Laso, al que llegaban estudiantes hijos de trabajadores de diversos puntos de España. «La idea era que los alumnos estuviesen lejos de casa para conocer a gentes de otras provincias. Luego los jóvenes de la zona empezaron a solicitar una plaza y entonces abrieron la matrícula», explica.
Así dio sus primeros pasos una institución que ha moldeado a centenares de alumnos con una educación que ha ido más allá de la mera instrucción, en la que se trabajaba con medios ahora impensables, pero que también cambió a los docentes. «Yo tengo que decir que allí crecí, aquello era una escuela de la vida», admite, recordando a compañeros como Ramón Cao o Luis Borrajo, ya fallecido. «Había gente extraordinaria y la sigue habiendo hoy», declara mientras recita nombres que no cabrían en este espacio.
Grupos de teatro como Sarabela nacieron en la Laboral, donde también, de la mano de Pablo Oitavén, se creó un aula ecológica premiada en Europa. «La Laboral dio oportunidades en todos los sentidos, no era un instituto al uso», recuerda. Ella, desde luego, también tuvo mucho que ver en que así fuera.
eugenia Viéitez pérez
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Profesora de Filosofía
«Es un lugar muy armonioso, resume el equilibrio del barroco gallego y el Ourense genuino, con una arquitectura exquisita y una luz peculiar».