
Imágenes extraordinarias en el Espacio de Arte Roberto Verino
03 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Cuando observas mis fotografías estas observando mis pensamientos», Duane Michals.
Historias de cronopios, criaturas extrañas, seres misteriosos, simbólicos, retrofuturistas o míticos se catalogan en el bestiario fantástico de la exposición Diarios de Terramar que Jorge García Valenciano proyectó para Espacio de Arte Roberto Verino. Un magnífico despliegue de imaginación e ingenio, crónica de un viaje único a través del instante.
Terramar es mundo de visiones oníricas, espectros surrealistas y una intensa expresión del deslumbramiento poético de la existencia bajo el gris pijama de la rutina. La magia descubierta de lo insólito.
Se advierte cierta inspiración de la obra del fotógrafo Chema Madoz, la misma con la que Man Ray rompió con la tiranía de la iconicidad influido por los paisajes urbanos de Atget y como este se referencia en la obra del fotógrafo Duane Michals. Es en el legado de este antifotógrafo y paradigmático humanista en el que el propio Madoz se nutre, como renovador conceptual y formal de la imagen contemporánea a través de la secuenciación cinematográfica. Una ruptura en la tradición americana abanderada por Friedlander y Frank quebrantando el establishment fotográfico en el desprecio por inmortalizar o registrar la apariencia de las cosas sino en el interés por la expresión del lenguaje poético y los aspectos más reservados, profundos e inaccesibles del ser humano en sus circunstancias vitales, una atracción por la liberación del inconsciente y la imagen surrealista. Un curioso de ironía infinita que plantea un tránsito entre el ilusionismo y la lírica.
Valenciano como Madoz, magnifica lo extraordinario de lo cotidiano con un aspecto minimalista como constructor de imágenes estimulantes. García Valenciano desplaza el uso del b/n, dato que lo diferencia de Madoz que reduce las opciones que enfrenta para subrayar el concepto contrapuesto, para eliminar los factores que distraen de la idea y cuyos elementos cobran un dramatismo como poesía visual.
Manipula objetos reales, elementos aparecidos en la playa tras la lucha entre mareas. Una parusía de soledades, raíces, troncos abandonados como deposiciones, descartes de las mareas. Solo una hipersensibilidad como la del artista puede expresarse en la serena belleza de sus imágenes empáticas de un existencialismo madurado en la reflexión y observación diletante en el descubrimiento de una realidad de cuyas alteridades amplían el discurso sobre la mirada y la magia que en la humildad de los objetos cotidianos se esconde o no sabemos ver. Estas criaturas se agrupan en grupos de doce en cajas led que se iluminan como las páginas de un diario que cuenta relatos de seres fantásticos. Véase Pez abisal, Suricato Marino, Quimera, Ornitorrinco del Nilo, Epona, Señorita Miró. Guiño a Magritte en Crustáfono y un Caniche Etrusco sugiere en su dinamismo al de Carrá.
Impacto expresivo
Relaciona conceptos a través de los elementos enfrentados o ideas extraídas de juegos de imaginación que presenta desde una perspectiva aérea. Son imágenes de rápida comprensión e impacto expresivo. Es esta aparente sencillez del lenguaje la que tergiversa el discurso, convirtiendo la fisicidad del elemento abstraído en metáfora etérea y textual. El hecho de que una parte de la imagen sea reservada está en la intencionalidad, concepto que sugiere la realidad manipulada bajo la mirada única que el artista impone para que el espectador desentrañe el misterio narrativo. En este punto se comporta como un outsider, proponiendo una distancia intelectual y afectiva que plantea la imaginación sin embargo, su empatía e interés por los objetos alterados lo conecta con la pintura metafísica de Giorgio de Chirico tanto en que la iconografía visual pasa a un segundo plano en un ejercicio por liberarse de la realidad con conexiones a Floris Michael, Neusüss, Witkin en la teatralidad del instante y a Boltanski y Ana Gil en la conquista de una imagen inquietante. Ese aspecto de proximidad al existencialismo perfila al artista como insider construyendo la imagen desde dentro. Valenciano yuxtapone los planos expresivos combinando ambas miradas.
Un axioma en el que el espectador ha de llenar los espacios en blanco que plantea como huecos que encienden la imaginación proponiendo un diálogo conceptual y un juego de inteligencia al tiempo que crea metáforas simbólicas que aportan la auricidad de la obra de arte al objeto encontrado que se convierte en expresión de lo efímero, el amor, la identidad, el deseo…
crítica de arte